Sobre el premio Planeta
Imagino que con las novelas de Pynchon, sin abrir, decoran su ilustre casa muchos de los que desprecian a los lectores, o no lectores, del Planeta

Barcelona
Yo estoy a favor, en general, del premio Planeta. Cómo no estarlo. A mi padre se lo dieron hace años y él, que era así, repartió una parte del dinero entre sus hijos, lo que me permitió cargar una mochila y dar la vuelta al mundo. Y no se me ocurre ninguna objeción a que últimamente el Grupo Planeta-Antena 3 utilice el premio para recompensar a su empleado del mes: también estoy a favor, en general, de los buenos empleados.
El premio Planeta consiste en una estatuilla con el logotipo de la editorial. La estatuilla es lo que suele exhibir el ganador en las fotos, pero lo que provoca salivación es lo que no se ve: un millón de euros. Como anticipo, no está mal. Luego hay que vender el libro, claro, por malo o bueno que sea. Y para eso es muy útil que el autor salga en la tele: el negocio es así.
Dicen que bastante gente compra el Planeta como regalo y que el libro acaba utilizándose, sin abrir, para decorar con un toque de cultura algún aparador doméstico. Un pequeño postureo inofensivo.
Tampoco eso me parece criticable. Quizá hayan oído hablar de Thomas Pynchon, supremo escritor de culto envuelto en el misterio. La foto más reciente de Pynchon es de 1955, cuando tenía 18 años, y ya tiene 88. El jurado del premio Pulitzer calificó su prosa de “ilegible”. Según la Wikipedia, las novelas de Pynchon se distinguen por “su extrema dificultad y complejidad estilística y estructural”. Leí “La gravedad del arco iris”, su obra maestra, y me fascinó. Fue una experiencia, lo reconozco, que no deseo repetir.
Pynchon ha vendido millones y millones de ejemplares. De los que solamente unos pocos, sospecho, habrán sido realmente leídos. Las novelas de Pynchon también sirven sobre todo para regalar, porque tanto el dante como el tomate se sienten intelectualmente ennoblecidos al transmitirse un objeto con tanta densidad literaria. Imagino que con las novelas de Pynchon, sin abrir, decoran su ilustre casa muchos de los que desprecian a los lectores, o no lectores, del Planeta.
Me llamo Enric González. Les deseo un feliz fin de semana.




