Golpe de Estado en Madagascar: el hartazgo de la generación Z
Las revueltas de la generación Z están catalizando el descontento contra la corrupción, la carestía de la vida o la falta de oportunidades
Revolución Z
La generación Z, criticada por algunos por su supuesto inmovilismo, está catalizando el descontento de muchas sociedades del mundo contra la corrupción, la carestía de la vida o la falta de oportunidades. En las últimas semanas, estos jóvenes han liderado protestas en países dispares y distantes del planeta, principalmente en el sur global, desde Nepal a Madagascar, pasando por Marruecos. Unas revueltas vehiculadas a través de las redes sociales.
En Nepal, los nativos de Internet huyeron de los símbolos tradicionales y comenzaron unas protestas transversales, con nuevas maneras de convocar y de comunicar, pero sin que eso impidiera que las manifestaciones escalasen. Ahora, en el país asiático, donde viven 30 millones de personas, los jóvenes quemaron el pasado 9 de septiembre el Parlamento y tumbaron al gobierno.
Los disturbios estallaron por la intención del Ejecutivo de prohibir las redes sociales, pero no solo se movilizaron porque les iban a quitar TikTok. La realidad es que la prohibición llegó ante las acusaciones de corrupción que se propagaban imparables ante el boca a oreja digital. Un boca a oreja que se produce hacia adentro de los países, pero también hacia fuera. En el continente asiático, Indonesia y Filipinas han vivido marchas estudiantiles y reivindicaciones similares por una corrupción y mala gestión insoportables.
Están hartos de ver cómo hay dinero para los que mandan y para los grandes eventos, pero no para ellos, como ha ocurrido también en Marruecos, donde los jóvenes ven los recortes e sanidad o educación al tiempo que se construyen estadios de fútbol que cuestan decenas de millones de euros.
La toma de las calles de la generación Z llega ya también a América Latina, con manifestaciones en Perú, que han sido duramente respondidas por la Policía, o en Paraguay, donde las autoridades, viendo lo ocurrido en otros lugares, han optado por cortar de raíz los primeros conatos de protestas enviando 3.000 policías a una manifestación a la que no acudieron más de mil personas.
En África, Kenia lleva un año viviendo estas protestas, y Madagascar se acaba de sumar, entre otras cosas, por los cortes de agua y luz permanentes que está sufriendo la sociedad. Allí, la presión en las calles desde finales de septiembre ha terminado con la huida del mandatario del país, Andry Rajoelina. Le sustituye Michael Randrianirina, un coronel del Ejército que se ha autoproclamado presidente.
Madagascar es uno de los países más pobres del mundo, recuerda Albert Roca, profesor de antropología e historia de África en la Universidad de Lleida y presidente del Centro de Estudios Africanos e Interculturales de Barcelona. “Entre un 60 y un 75% de la población se encuentra por debajo de la pobreza extrema”, señala, “pero al mismo tiempo es un país donde no hay guerras” y que tiene gran potencial y capacidad para adaptarse a problemas como el cambio climático, además de un importante nivel de alfabetización.
Roca describe Madagascar como una sociedad cultural diversa, descompensada entre el centro y las provincias, que se parece más a un archipiélago que a una isla. El país vive básicamente de la agricultura y la ganadería. También hay recursos minerales que, durante mucho tiempo, han sido “muy explotables por las grandes mineras internacionales”, cuenta el profesor. Pero son proyectos que apenas generan riqueza a la población.
Otra de sus riquezas, señala Roca, es su biodiversidad y la gestión de la naturaleza, que se suma a un tejido de gente formada, lo que ofrece muchas posibilidades. Su principal problema, explica, es que “está muy poco conectado con sus vecinos de África”. Parte de la culpa es que tuvo una colonización distinta, era la única colonia francesa de África Oriental. Esto, además, “ha generado una dependencia de Francia que ha tenido desventajas muy importantes”.
La ira popular en Madagascar está dirigida contra su presidente huido, Rajoelina, en el poder desde 2009, de quien el profesor explica que llegó al cargo a través de un proceso muy parecido al que se está produciendo ahora, con un golpe militar. “Pero es un golpe más que por acción del ejército, por no acción”, explica. Las potentes manifestaciones muy continuadas fueron reprimidas por la presidencia hasta que el Ejército y la Gendarmería se negaron a seguir esas órdenes. “En ese momento tú estás en una situación de mucha debilidad porque no tienes apoyos y además pierdes los de gente que te apoyaba”.
Andry Rajoelina era un empresario de éxito que se convierte en político local y luego salta a político nacional. Rompió los esquemas de un modelo político en Madagascar por el que el presidente no formaba parte de la élite social. Ahora, este tipo de presidentes llegan con la promesa de enriquecer al país porque han tenido éxito con sus negocios y, sin embargo, sigue aumentando el número de gente bajo el umbral de la pobreza.
El periodo que se abre ahora en Madagascar es “de negociación”, intuye Roca. Deberán hacer concesiones a la población, “crear mejores condiciones de enseñanza, en los dispensarios y en el Sistema Nacional de Salud para los trabajadores”, y está por ver cómo reaccionará la calle. “Vamos a generar orden, que al mismo tiempo va a ser social, económico, pero también jurídico”, añade.