El truco de Daniel Guzmán para saber si el ritmo de sus películas funciona

Daniel Guzmán no se conforma con los datos de taquilla ni con las críticas para saber si una película suya funciona. Prefiere ir al cine, sentarse entre el público y observar. "Si no hay móviles encendidos, si no se oye tos, si nadie se distrae, entonces sé que el ritmo de la película está funcionando. Es una forma de medir si la historia atrapa de verdad", explicó en La Ventana de la SER.

Para él, el silencio y la atención sostenida en la sala son indicadores clave. "Eso nos demuestra que el ritmo va bien", insistió. Guzmán no solo observa, también interviene: "Ahora me he comprado un inhibidor para acercarlo a la sala y que nadie tenga señal", bromeó entre risas.

Además de lo que ocurre durante la proyección, también presta atención a lo que pasa después. "Estoy intentando analizar por qué tiene dos horas o dos horas y pico de coloquio la película", comentó. Cree que esa conversación prolongada se debe a los "tres, cuatro temas que tiene" o porque "a la gente el vehículo emocional le pega fuerte".

Ese tipo de reacción la está viviendo con La deuda, su nueva película, que ha generado coloquios intensos tras algunas proyecciones. El filme, un drama social con tintes de thriller, narra la historia de Lucas y Antonia, dos personas que comparten un modesto piso en el centro de la ciudad y que se enfrentan a la amenaza de desahucio cuando un fondo de inversión adquiere el edificio. Lo que comienza como una lucha por conservar el hogar se convierte en una historia de culpa, afecto y redención.

Con esta mezcla de intuición, tecnología y escucha activa, Daniel Guzmán convierte cada pase en una especie de experimento narrativo. "Me gusta ver cómo respira la sala". Para él, el cine no termina cuando se apagan las luces: empieza cuando el público deja de mirar el móvil.