Amparo Larrañaga: "Hasta para tirar las cenizas de mi padre fue la risa"

Madrid

Sobre los hombros de Amparo Larrañaga siempre ha pesado la sombra de la saga de actores que le precedía. Una familia donde la comedia siempre ha estado presente, incluso en los momentos más complicados: "Hasta para tirar las cenizas de mi padre fue la risa. A mí me daba mucha cosa porque tenía la sensación de que le estaba cogiendo un pie o algo. Estábamos todos de negro en Somontes, que era un sitio que le encantaba, y mi hermano Luis me las quitó de las manos diciendo "no sabes, esto se hace así". Cogió las cenizas, las echa y viene una ráfaga de viento y le llena entero...", cuenta en Hoy por Hoy, riéndose al recordar ese instante en el que su hermano estaba completamente negro.

"En nosotros siempre hay una parte dramática y cómica que nos encanta", reconoce y no tarda en compartir otra anécdota que lo demuestra de cuando le operaron del corazón: "Dejé de trabajar un domingo y el lunes me ingresaron. La noche anterior dije "largo todos del hospital porque estoy harta de hacerme la fuerte", comienza relatando.

Al día siguiente también fue tragicómico el momento de salir en camilla tras la intervención: "Veo a mi madre, a mi hermano Pedro, a mi hermano Luis y a mi marido, los cuatro como si estuviera pasando un féretro [...] y me dio como la risa y a la vez el llanto".

Amparo Larrañaga no quería ser actriz, de hecho empezó a estudiar Medicina, pero su abuelo se empeñó en que siguiera con la saga familiar del mundo de la interpretación y se fue a vivir con él. Ella, sin embargo, cree que no era lo que mejor se le daba: "Fíjate si era mala que hacia de muerta y no sabía qué hacer con las manos y me pusieron un paraguas... y además tenía una voz de pito insoportable. pero yo ahí me vi subida, no sé cómo", rememora. Casi 50 años después de aquello, sigue en los escenarios. Estos días protagoniza Victoria, en el Teatro Fígaro de Madrid.