Amparo Larrañaga: "Y yo que sólo quería ser médica..."

Amparo Larrañaga (Madrid, 1963) es la hija de Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo; hermana de Luis Merlo; sobrina de Amparo Rivelles, nieta de Ismael Merlo y María Fernanda Ladrón de Guevara o cuñada de Maribel Verdú. Ahora está en el Teatro Fígaro de Madrid con Victoria, pero es actriz desde edad temprana por el empeño de su abuelo, Ismael Merlo, porque ella lo que quería era ser médica.

"Bueno, enfermera", precisa, "pero luego me eché un novio que estudiaba medicina y a mí me fascinaba todo aquello, hasta que llegó mi abuelo y me dijo que tenía que ser actriz. Así que me fui a vivir con él y de repente me vi encima de un escenario".

A tan temprana edad, que todo se remonta a un programa mítico, Aplauso, en los primeros años 80, cuando ella lo copresentaba. Pero yendo al mundo de la interpretación, Larrañaga dice riendo que "al principio era tan mala que recuerdo que haciendo de muerta me pusieron un paraguas porque no paraba quieta con las manos".

Dentro de ese amplio e inacabable árbol genealógico, que no parece secarse jamás, las palabras de Amparo Larrañaga nos llevan primero a esa relación con su abuelo Ismael. "Como te digo, me fui a vivir con él, éramos amigos y él era un genio. Era alguien que bebía bastante. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana, se tomaba una copa de vino con unas aceitunas negras y leía el periódico El País y luego el ABC, la misma noticia contada desde punto de vista distinto", ha recordado. "Yo me levantaba pronto antes de ir al colegio para escuchar sus historias, como cuando interpretó la obra de Bernarda Alba boca abajo para contar los espectadores desde esa posición porque se aburría", rememora.

Más en serio, ha relatado que su abuelo "fue genial en la vida, pero también en la muerte. Un día, estando en Bilbao, me dijo que se moría. Que o se metía en un hospital y tenía una calidad de vida regular o seguía viviendo como quería, pero se moría. Y se murió viviendo como deseaba, en Salamanca, con algo muy duro y es que me hizo cumplir un pacto de silencio: que nadie de la familia supiera que se estaba muriendo. Lo cumplí... lo cumplí como cumplía todo lo que me decía, porque era mi abuelo, pero además mi amigo".

Amparo Larrañaga tiene historias como esta para coleccionar. Sobre su tía Amparo Rivelles, sobre su abuela María Fernanda Ladrón de Guevara, de quien heredó su belleza y su carácter contestatario, porque su abuela, que pudo tener el favor de Franco en la España de la dictadura, "decidió negarse a hacer obras de Pemán en nuestro país y marcharse a México, donde fue una estrella".

Amparo Larrañaga habla con cierto humor sobre su operación de corazón, con enorme admiración sobre su padre, a quien acompañó durante diez meses en la UCI. Tras su muerte, trataron de arrojar sus cenizas pero tuvieron tan poca fortuna que cayeron por entero encima de su hermano, Luis Merlo. Tragedia y comedia, unidas también en la despedida al padre.

Y ahora, feliz y vital, charla de su función en el teatro, que en la actualidad le liga a Madrid y en la que forma parte del elenco de Victoria, una obra sobre una familia que, como la vida, resulta compleja y divertida; feroz y tierna, como ella, como su familia.