Seminci 2025 | Rafa Cobos usa el cine quinqui contra el silencio de las fosas del franquismo
El guionista sevillano, doble ganador del Goya por 'La isla mínima' y 'El hombre de las mil caras', debuta en la dirección de largometrajes con 'Golpes', una película que protagonizan Jesús Carroza y Luis Tosar

Jesús Carroza en 'Golpes', la película de Rafa Cobos / JULIO VERGNE / julii j u

Valladolid
Curiosa la aproximación de Rafa Cobos, guionista de películas como 'La isla mínima', 'El Hombre de las mil caras', 'Modelo 77' o 'Los Tigres', que debuta en la dirección de su primer largometraje con 'Golpes'. Curiosa porque se acerca a una época, los 80, y recupera un género, el cine quinqui, pero lo hace desde la mirada que da el paso de los años y la reflexión profunda de ese lugar. "El cine quinqui es mucho más frontal porque no tiene tiempo de ejercitar la crítica, no tiene distancia para decir, señores, somos atracadores y somos delincuentes probablemente porque somos consecuencia de un sistema heredado. Cuando tienes la distancia, tienes la posibilidad de hacer una cosa que está al servicio de una cosa mayor, de una metáfora de un país. No me interesaba revisitar el cine quinqui haciendo cine quinqui, la nostalgia no es buena", explica en Valladolid el autor sevillano.
No se entiende esa época sin mirar a la represión de la dictadura y Rafa Cobos viaja a ella en el prólogo de un filme en el que vemos a dos niños que presencian la muerte de su padre una noche oscura a manos de los fascistas y su cuerpo armado, la Guardia Civil. Esos niños tendrán dos maneras de enfrentarse al pasado, al presente y a la vida. Son una metáfora de España. "No creo que podamos o debamos polarizar entre una España y otra, es una cosa muchísimo más compleja, pero cada hermano representa una forma de entender el discurso del momento. Hay un personaje muy refractario a la modernidad, a muchos factores, al cambio. Y hay otro que, por el contrario, vive en el cambio porque es un inconformista y porque contraviniendo al sistema cree que podemos ser más justos con el mundo y con lo que pasó hace 40 años", dice.
Uno, Luis Tosar, prefiere olvidar, incluso culpar a su padre por haberse politizado, quiere tener un futuro, ganar dinero y comprarse un apartamento frente al mar. Es policía, la vida le ha ido bien, pero no es feliz hasta el punto de que la nueva España de los 80 le ha pasado por delante. El otro, el pequeño, Jesús Carroza, no pudo olvidar aquella injusticia que rompió su familia y su futuro. Tras varios coqueteos con el crimen pasó por la cárcel, una vez fuera quiere ganar dinero para comprar las tierras donde está mal enterrado su padre y darle el entierro que nunca tuvo. "El campo en los años 80 seguía estando en manos de cuatro latifundistas y no sé si eso ha cambiado mucho, pero uno podía tener toda la impunidad y podía tener toda la capacidad de decirte, no vas a entrar en este campo porque te voy a disparar y voy a hacer imposible que busques lo que quieras. Y sobre todo porque debajo de eso, es la tierra, esta cosa tan terruña y esta cosa tan telúrica y esta cosa tan evidente de los huesos dentro de la tierra que siguen ahí, la cantidad de huesos que hay todavía en campos ignotos de Andalucía y en campos ignotos de distintas latitudes de España. Creo que el estar bajo tierra, el estar escondido, el estar enterrado de por sí tiene un significado importante", responde.
Para eso, para ganar dinero, solo existían dos vías en la España de la época, o heredarlo del franquismo, o dar un pelotazo. A esto último se encomienda con un grupo de gente en los márgenes que representan los olvidados de esa España de la Transición. Un padre precario y en crisis, una chica sin futuro, un heroinómano. Juntos dan varios golpes, varios atracos, rodados con brío y con precisión. "Yo no quería hacer hiperrealismo, pero tampoco me me apetecía salirme demasiado de la cuerda del realismo. Me apetecía hacer una película que tuviera un poco de acción desde un modo muy seco, muy sobrio, más centrada en la emoción que en la propia acción. Lo que me preocupaba es que los actores estuvieran bien y que la cámara no fuera en ningún momento patente, intentar que la puesta en escena fuera lo más sobria del mundo y no se notaran excesivamente las intenciones", cuenta de su experiencia como director. En este caso sí lo ha disfrutado, bromea, tras hacer su primera incursión detrás de las cámaras con la serie 'El hijo zurdo'.
Lo más original de 'Golpes' es cómo Rafa Cobos juega con los géneros y revista el cine quinqui que fue clave en la Transición, pero le inyecta una mirada mucho más política insistiendo en que la memoria es clave para poder seguir adelante. "Al final es una película que está hablando de la memoria, pero para que eso no fuera una cosa grandilocuente, habría que pegarla al recuerdo, y el recuerdo está plasmado en las imágenes documentales de una ciudad que está en un proceso de hipotética construcción, pero que desgraciadamente todavía era muy miserable", explica Cobos sobre el uso de imágenes documentales y el retrato también de una Sevilla en busca de su identidad tras la dictadura.
Con una cuidada ambientación, con buenas interpretaciones -Jesús Carroza vuelve a demostrar que es un actor prodigioso-, y con una historia que se desarrolla de forma circular, Rafa Cobos debuta en la dirección de largometrajes con una película de aroma clásico, con la energía del cine quinqui y con el poso sociopolítico de un autor que ya ha demostrado su agudeza para retratar los conflictos de una España que no hizo una Transición tan modélica.




