Viajes en el tiempo
¿Quién puede rendir en el trabajo con el corazón como una cafetera y un cuerpo de 200 kilos?
Barcelona
Estoy en contra del cambio horario. Tengo muchos relojes en casa, porque me gusta saber la hora exacta mientras pierdo el tiempo, y me da pereza atrasarlos y adelantarlos cada vez que nos lo mandan. Lo de esta madrugada me parece la típica engañifa gubernamental: dicen que te regalan una hora, pero en primavera te obligan a devolverla.
A pesar de eso, llevo años soportando el cambio sin mayores dificultades. O sea, he venido oponiéndome y a la vez conformándome, como los socialistas en la Comunidad de Madrid. El caso es que la prensa no ayuda. Ni la tele. Ni la radio. Ni, por supuesto, el batiburrillo de internet.
Leo que ir adelante y atrás en el tiempo nos altera el ritmo circadiano, que regula el sueño, la temperatura corporal, el metabolismo y la secreción hormonal. Me parece preocupante, porque a mi edad el insomnio forma parte de la rutina diaria, pero no es aconsejable ir segregando hormonas de forma irregular.
Y eso no es todo. Según un estudio de la Universidad de Stanford, que siempre está ahí para echarnos un capote a los plumillas, los viajes en el tiempo, aunque sean solamente de una hora, propician los ictus y la obesidad. He preferido no profundizar para no espantarme.
Además de lo ya mencionado, leo que al día siguiente de manipular los relojes se detecta un aumento en los accidentes de tráfico y una “brecha de productividad” o “malestar colectivo” que dura varias jornadas. Dado el cuadro clínico de insomnio, obesidad y problemas cardiovasculares, esto último no me extraña. ¿Quién puede rendir en el trabajo con el corazón como una cafetera y un cuerpo de 200 kilos?
Pero hay que hacerlo y se hará. Ánimo. Crucemos los dedos y demos el saltito en el tiempo. Que no se diga que somos cobardes.
Me llamo Enric González. Les deseo, pese a todo, una feliz hora extra.
