Ay, Francia
Emmanuel Macron no gana para disgustos
Ignacio Martínez de Pisón: "Ay, Francia"
Madrid
La próxima vez que vaya por París me acercaré al Museo del Louvre y me llevaré tres o cuatro cuadros, que me quedarán muy bien en el cuarto de estar. La Gioconda, por ejemplo, que con esos tonos verdes y pardos hace juego con la tapicería del sofá. Ahora que todos sabemos que las medidas de seguridad del museo son casi nulas, seguro que no tendré problemas para robarlo.
Emmanuel Macron no gana para disgustos. Acaba de inaugurar la reconstrucción de Notre Dame fotografiándose entre las espantables gárgolas y quimeras de la torre y ahora van unos tipos y en unos minutos le roban las joyas más valiosas del museo. ¿Qué será lo siguiente? ¿Qué calamidad le caerá encima cuando anuncie que han cogido a los ladrones y recuperado el botín? Yo apuesto por un temblor de tierra que derribe la Torre Eiffel.
En un mandato presidencial como el suyo que está en plena fase de desintegración y en una Quinta República que se descompone por momentos, todo eso acaba teniendo una dimensión simbólica.
Con la calle revuelta contra él y gobiernos que le duran unas pocas horas, a Macron se le ha pasado el momento "Carglass cambia, Carglass repara" y solo le queda encomendarse a San Judas Tadeo, patrono de los desesperados.
Ay, Francia, con lo que tú has sido, con tus quesos, tus vinos, tus chansonniers, tus escritores, qué mal te está sentando el siglo XXI, marcado por los disturbios en las banlieues, los atentados islamistas, los chalecos amarillos y, por si fuera poco, el reciente ingreso en prisión de otro presidente, lo que no deja de tener también una dimensión simbólica.