La crueldad de Picasso con las mujeres: "Cuando deja de amarlas, las retrata como monstruos"

¿Qué nos cuentan los cuadros de Picasso sobre su vida íntima? En Hoy por Hoy, Pablo Ortiz de Zárate se propuso someter al pintor malagueño a un juicio simbólico. No por su obra, sino por cómo trató a las mujeres que compartieron su vida. Y lo hizo a través de sus lienzos, que, según él, "son las pruebas más claras de cómo veía y usaba a sus parejas".

La primera gran relación fue con Fernande Olivier, a quien retrató durante su periodo rosa. "Sale de la depresión, todo es rosa, todo es color, todo es bonito, y la retrata muy enamorado", explicó Ortiz de Zárate. Algunos expertos aseguran que ella fue el detonante de esa etapa de felicidad. Olivier, por su parte, siempre habló bien de él. "Picasso estaba loco por ella, era muy sensible, una buena persona", recordó Ortiz de Zárate. Aunque hay rumores de infidelidades, "ella nunca contó nada malo de él", añadió el periodista.

La historia cambia con Olga Khokhlova, bailarina ucraniana y primera esposa de Picasso. Estuvieron juntos doce años. Al principio, la pinta como una mujer bellísima, con ternura y cariño. "Es un retrato muy tierno, muy cariñoso", dijo Ortiz de Zárate. Pero al final de la relación, el retrato se transforma: "La pinta como un monstruo, como una mujer que es un caníbal que te va a matar". Y añade: "De aquí deducimos que la relación no acabó bien".

El periodista lo resume así: "Picasso exprimía a sus parejas. Las usaba para transmitir sus emociones en los cuadros. Cuando todo va bien, habla de amor y pasión. Cuando se aburre, habla de hastío. Y cuando las odia, las retrata como monstruos".

Este patrón se repite con otras mujeres de su vida, como Marie-Thérèse Walter, a quien pintó con sensualidad al principio, y con frialdad cuando la pasión se apagó. "Este cuadro es pura sensualidad y erotismo", dijo Ortiz de Zárate sobre uno de sus retratos. "Pero cuando se cansa de ella, la pinta como una madre aburrida. Ya no hay curvas, hay líneas rectas. Se acabó la relación".

Así, el juicio simbólico planteado por Pablo Ortiz de Zárate no busca absolver ni condenar a Picasso, sino invitar a mirar sus cuadros con otra mirada: la de quien entiende que el arte también puede ser testimonio de lo que se calla. "Puedes disfrutar de algo precioso hecho por una persona despreciable, siempre que lo tengas en mente y mantengas una actitud crítica", advirtió.

Porque los lienzos de Picasso no solo hablan de belleza. También revelan, como dijo Ortiz de Zárate, "el lado más cruel del genio".