El Reto Pelayo Vida sufre el primer abandono en su edición costarricense
Eduina Rodríguez, con problemas físicos, no puede continuar con la aventura mientras sus compañeras se adentran en la selva profunda

El Reto Pelayo Vida sufre el primer abandono en su edición costarricense / Héctor González

Valle de Orosi (Costa Rica)
El despertador suena antes que nunca en esta edición del Reto Pelayo. No son ni las cuatro de la madrugada y después de una noche fría en el Parque Natural Los Quetzales, a casi 3.000 metros de altitud, la expedición se pone en pie para realizar su gran incursión en la selva costarricense. Todas menos una.

Eduina Rodríguez, con problemas físicos, no puede continuar con la aventura mientras sus compañeras se adentran en la selva profunda / Héctor González

Eduina Rodríguez, con problemas físicos, no puede continuar con la aventura mientras sus compañeras se adentran en la selva profunda / Héctor González
Las molestias en la espalda sufridas en la etapa anterior le impiden a Eduina levantarse, literalmente, de la cama. El director deportivo, Carlos Martínez, corrobora una decisión dura, pero que prioriza la seguridad del grupo en la compleja etapa que viene por delante: Eduina tiene que abandonar. "Creo que necesito un tiempo para asimilar esto. Animaré a mis compañeras y estaré con el equipo hasta el final", lamenta la onubense, que cada cierto tiempo sufre pinzamientos en la espalda debidos a un atropello sufrido hace doce años: "Hacía un año y medio que no me pasaba y ha tenido que suceder aquí..." Esta vez, esas molestias han aparecido en el momento menos oportuno, pero el Reto debe continuar.
Aún con el disgusto en el cuerpo, Verónica, Idoia, Mapi y Toñi se plantan a las puertas de un trekking de veinte kilómetros que durante las próximas diez horas les permitirá conocer lo que es una selva de Centroamérica. "No hay que separarse, debe haber un contacto visual como mucho a cinco metros. Esto está lleno de recovecos y es gigantesco, perderse aquí puede costar días en encontrarse. Lo bueno, que a esta altitud no debería haber serpientes" advierte José, guía local para la etapa.
Las aventureras tienen que serpentear entre la maleza y grandes árboles, como los helechos, además de cruzar hasta 15 veces un río. Todos los pasos obligan a las expedicionarias a mojarse al menos hasta las rodillas, pero para atravesar el más caudaloso, el Río Macho, el agua llega por la cintura y las participantes tienen que valerse de una cuerda para no perder el equilibrio y evitar ser llevadas por la corriente. "Ha sido divertidísimo, hasta ha venido bien para ir refrescando con tanta humedad y calor", exclama Idoia. Aunque los resbalones sobre el barro son habituales, Toñi no pierde la sonrisa: "Es fácil despistarse y no mirar hacia abajo para ver dónde pisas en un entorno tan único como este".

El Reto Pelayo Vida sufre el primer abandono en su edición costarricense / Héctor González

El Reto Pelayo Vida sufre el primer abandono en su edición costarricense / Héctor González
La travesía tiene también su parte de subida, pronunciada y acentuada por la fuerte tormenta diaria que como un reloj, aparece cada día a las dos de la tarde. El último tramo de bajada, se hace pestoso por culpa de las piedras de gran tamaño y el cansancio acumulado. "No puedo más, pero ha sido el día que más he disfrutado", confiesa Mapi. Pero hay algo que las cuatro integrantes restantes han llevado hoy también en su mochila: "Aunque ya seamos cuatro, Eduina también viene con nosotros. Tenemos que terminar el Reto por ella", dice Verónica emocionada. Y es que a partir de ahora, en las duras etapas que vienen por delante, las cuatro lucharán con la fuerza de cinco. "¡Por Edu!", gritan al terminar el exigente trekking, mientras abrazan a su compañera, que les espera en la meta junto al resto del equipo de la expedición.




