Seminci 2025 | 'Hamnet', una bella y dolorosa historia de duelo que se eleva como poderoso canto a la ficción
Seminci acoge el estreno en España de la esperada adaptación de Chloé Zhao de la novela de Maggie O'Farrell

4238_D005_00229_R Jessie Buckley stars as Agnes and Paul Mescal as William Shakespeare in director Chloé Zhao’s HAMNET, a Focus Features release. Credit: Agata Grzybowska / © 2025 FOCUS FEATURES LLC / Agata Grzybowska

Valladolid
La escritora británica Maggie O’Farrell nos sumergió a todos en lo que había detrás de una de las obras cumbres del teatro mundial, 'Hamlet'. Más allá de contar el proceso creativo de William Shakespeare, lo que hacía era explicar la vida de un matrimonio en la década de 1580, que pierde a uno de sus tres hijos, Hamnet. Murió a los once años, en Stratford, y cuatro años más tarde su padre escribió una obra de teatro titulada precisamente Hamlet. Ambos nombres, Hamnet y Hamlet, eran intercambiables en los registros parroquiales de la época, según se indica en los epígrafes.
¿Cabría la posibilidad, pues, de que el Bardo de Avon hubiese transformado la desgarradora pérdida en la mejor de sus obras? Esa es la fabulosa hipótesis, la aventura literaria en que se embarca la escritora británica Maggie O’Farrell (Coleraine, Irlanda del Norte, 1972) en la novena de sus obras. Publicada en Libros del Asteroide en España, la novela de O’Farrell fue un bombazo literario, por la manera armoniosa, precisa, bella y feminista de contar un fragmento de la vida de uno de los escritores más citados por la historia y más retratados en el cine.
Ni el nombre de Shakespeare, ni el título de Hamlet se pronuncian en el libro, sí en la película que es algo más explicativa que el texto. Es una pena que la sutilidad del resto del filme se pierda en ese gesto, junto con el de recitar el “Ser o no ser, esa es la cuestión”. El guion lo firman la propia escritora junto a Chloe Zhao, que vuelve a un cine más intimista, después de su aventura en Marvel. La película tiene ciertos puntos en común con The Rider y Nomadland. No en su temática, pero sí en la manera de romper con los géneros tradicionales desde un lugar tranquilo. Aquí vemos lirismo, un gusto por reflejar la belleza y la poesía de la naturaleza que rodea a los personajes, pero también un intento de escapar del retrato clásico del duelo y del biopic histórico. A veces, hay escenas que nos hacen revivir la armonía de Malick, más que la obviedad de 'Shakespeare in love'.
Poco se sabe sobre Shakespeare y la historia, pero eso hace que los visillos de la ficción sean los que sirven a la directora para adentrarse en una historia de duelo, quizá el tipo de duelo más doloroso y difícil, el de unos padres que sobreviven a su hijo. La mirada de la directora se centra en el personaje femenino, ese que nunca aparece en los libros de historia, Agnes o Anna Hathaway. De ella inventa su vida y sus sentimientos en un sobresaliente y conmovedor relato sobre el duelo y el amor, pero también un retrato de época. De esa manera asistimos a una unión entre la literatura y lo íntimo, no como una contradicción, sino como algo imposible de separar.
Hamnet no es una historia sobre el genio de un escritor, sino sobre las relaciones, sobre los silencios, sobre los afectos, y ahí brillan los dos intérpretes, el chico de moda, Paul Mescal, y sobre todo Jessie Buckley con un papel que la encamina al Oscar. Además de Emily Watson, la suegra. La narración discurre en los espacios interiores, cocinas y alcobas, o en los exteriores del trabajo, huertos medicinales y emplazamientos de las colmenas. Lugares donde se vive, se copula, se come, se enferma, se sana o se muere. La directora nos ofrece escenas bellas, fuertes, que pasarán al recuerdo, como la muerte del niño, contada con una delicadeza y una dignidad extremas. El miedo a la muerte es un fundido a negro. El grito desgarrador de su hermana gemela, o el rostro hundido de la madre, parecen sacados de cuadros de la época. Impactante es la escena del parto de los gemelos, donde sobrevuela ya el miedo a la muerte y donde la directora y las actrices consiguen ponernos al borde del llanto.
Pero es sin duda el final lo que eleva una película que es menos sobrecogedora de lo que se podría esperar. No es lacrimógena, a pesar de estar hablando del duelo de un niño. El final es el momento de entendimiento, de conexión entre ambos personajes, el escritor y su esposa, y ocurre en un teatro. La ficción es lo único que nos eleva, que nos mantiene vivos, que da a los muertos una sobra de recuerdo y memoria, que calma el dolor y que nos hace entender los pesares de la vida. En el Globe de Londres, donde el autor representaba sus obras, el personaje de Jessie Buckley asiste por vez primera a una representación y allí ve en esa historia del príncipe de Dinamarca, a su hijo, o a su fantasma, a su marido, a la muerte, pero también la vida. Es gracias al teatro, al cine, a la ficción, y a la música de Max Richter, a la capacidad de contar historias, eso que mantuvo alejado del hogar a Shakespeare, que aprendemos también que sin lo humano, no existirían los genios.

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




