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Colin Farrell: "No hay camino real a la paz y la felicidad desde el individualismo"

El actor irlandés firma uno de sus papeles más extremos en 'Maldita suerte', el descenso a los infiernos y la locura de un ludópata en Macao

Fotograma de Colin Farrell durante la presentación de 'Maldita suerte' en Los Ángeles . (Photo by Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic) / Axelle/Bauer-Griffin

Madrid

Aún queda algo de ese aura de macarra que el propio Colin Farrell cultivó a principios de los 2000 cuando irrumpió en Hollywood con títulos como 'Tigerland', 'La guerra de Hart' y 'Minority Report'. Tiempo después él mismo confesó que la fama y el ritmo de vida que había llevado en Los Ángeles lo sumió en una espiral autodestructiva de drogas y fiestas. "Por suerte, mi adicción solo dañó mi cuerpo y mi cerebro, no mi cuenta bancaria", bromeaba en el pasado Festival de San Sebastián cuando presentó 'Maldita suerte', la nueva película del alemán Edward Berger en la que interpreta a un ludópata absolutamente descontrolado por los casinos de Macao.

"No me resulta ajena esa ansiedad, además del guion, los actores tenemos una acumulación de experiencias y también la imaginación", añade con ironía el intérprete irlandés en conversación con la Cadena SER cuando se le pregunta por este personaje, un irlandés como él que se hace pasar por lord británico en la ciudad de los neones y las apuestas. Un tipo incapaz de salir de esa rueda de dinero, drogas, deudas y persecuciones en un descenso a los infiernos salvaje. "La película es una auténtica pesadilla. Ha sido un placer hacerla, pero es un descenso a la locura y la enfermedad, un descenso a una especie de vacío espiritual para él. Al menos encuentra la generosidad del personaje de Fala Chen, una mujer con una especie de compasión y una conciencia que mi personaje no está ni cerca de habitar. Es una película agresiva, ataca los sentidos desde el punto de vista visual y sonoro con esa partitura grandiosa. Al final es un camino a la redención", explica.

La película, excesiva y grandilocuente, lleva al actor por un tour de force físico y psicológico. Igual devora comida hasta vomitar que huye por callejones o se pone unos guantes para seguir endeudándose entre capos y matones. La historia es una adaptación de la novela publicada por Lawrence Osborne en 2014 y que firma Edward Berger, director de las premiadas 'Sin novedad en el frente' y 'Cónclave'. El autor alemán cambia la fascinación por la imaginería católica y las traiciones dentro del Vaticano por una estridente aproximación a Macao como ciudad de la perdición, de la codicia y del vicio. Como un no lugar en el fin del mundo donde acaban los desechos del ultracapitalismo de Occidente.

"George Carlin dijo que cuando miras a un ser humano, cuando miras a un individuo a los ojos, ves el universo entero si lo miras con suficiente atención. Y creo en eso. Pero también creo en la importancia de la comunidad. Y cuando digo comunidad no me refiero a grupos que tienen las mismas ideologías o creencias, me refiero a esa comunidad global que es la experiencia humana y el hecho de que, inevitablemente, todos la compartimos en este planeta", reflexiona Farrell sobre el encaje de su personaje en el mundo de hoy. Y sigue. "Es un hombre que solo busca la satisfacción individual, la adquisición individual de dinero, riqueza, comida, alcohol, todo. Es solo el individuo, el individuo, y no creo que haya ningún camino real hacia la paz o la felicidad verdaderas y profundas si no consideras conscientemente a la persona de tu derecha y a la persona de tu izquierda. Es una idea muy occidental esta búsqueda individual, la búsqueda de uno mismo y sus derechos individuales. Todo eso puede ser muy importante, no me malinterpretes, pero si se hace a costa de la experiencia comunitaria y comunal, creo que es un callejón sin salida para todos nosotros", reflexiona.

El actor vive un gran momento profesional, especialmente desde 2022 cuando volvió por la puerta grande a los Oscar con 'Almas en pena de Inisherin'. Antes, salvo contadas excepciones en sus colaboraciones con Kogonada o Lanthimos, había encadenado proyectos comerciales mediocres o propuestas del cine indie sin reconocimiento en los círculos de eso que llaman prestigio. En estos últimos años ha vuelto a la primera línea, también con series como 'Sugar' y 'El pingüino', por la que ha sido nominado al Emmy ganó el Globo de Oro. El intérprete irlandés firma ahora uno de sus papeles más extremos, quizás demasiado, en una película fallida en fondo y forma. Eso sí, aunque ha trabajado durante todos estos años para llegar hasta aquí, sigue confiando en el azar, el destino o la suerte, como quieren llamarlo. La suerte que un día le abrió las puertas del cine.

"Yo tenía 22 o 23 años cuando Joel Schumacher 'atacó' a un chico irlandés que había hecho un poco de televisión y una obra de teatro. Schumacher me puso al frente de una película llamada 'Tigerland' y eso me cambió la vida. Se arriesgó conmigo y fue una gran suerte conocerlo. Recuerdo que fui a Londres para encontrarme con Joel y el vuelo se retrasó, cuando llegué al hotel Claridge's donde se alojaba estaba ya saliendo por la puerta. Ese día había visto a 20 actores solo para reuniones, sin lecturas, y Joel estaba de pie en la sala y a punto de irse cuando llegué por casualidad, y me cambió la vida. Joel Schumacher tomó la decisión de contratarme para 'Tigerland' y eso significa que ahora tengo dos hijos, mi madre está casada con un estadounidense, vivo en Los Ángeles, mi hermana tiene dos hijos, mi otra hermana está casada, todas esas cosas. No sé si es suerte, casualidad o destino o lo que sea, pero ciertamente trabajas tan duro como puedes con las oportunidades que te dan, pero el mundo te recibe de maneras que a veces van más allá de tu comprensión y solo tienes que dejarte llevar por la corriente", concluye.

José M. Romero

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