La DANA, un año después, sigue siendo recordada con dolor: "Cuando llueve, mi hijo no quiere ir al colegio"

La DANA, que golpeó con especial dureza a la Comunidad Valenciana, se ha convertido ya en una de las tragedias más devastadoras que ha vivido España en los últimos años. La tormenta descargó lluvias torrenciales que, en algunos observatorios de AVAMET, superaron los 700 litros por metro cuadrado. Aquel temporal dejó tras de sí un paisaje desolador y un dato que sigue doliendo: más de 200 personas perdieron la vida.

Anoche, en El Larguero, Manu Carreño conversó con Fran Guaita y José Manuel Alemán para analizar cómo se encuentra la población un año después, cómo se intenta reconstruir no solo lo material, sino también lo emocional.

Fran Guaita explicó que, dentro del deporte, se ha obrado casi un milagro. La colaboración de entidades como el Villarreal, el Valencia Basket, el Valencia CF, Osasuna, la Fundación Trinidad Alfonso o Juan Roig ha permitido levantar buena parte de lo que el agua destruyó: "Entre 105 y 110 campos quedaron inutilizados en cuestión de horas —recordó—. Hoy solo quedan dos pendientes en la provincia de Valencia". Las cifras reflejan un esfuerzo mayúsculo: el Villarreal aportó 2,35 millones de euros, el Valencia y Osasuna cerca de medio millón cada uno, y la Federación Valenciana también jugó un papel fundamental. Sin embargo, advirtió que en otros deportes la recuperación está siendo mucho más lenta y que, en muchos pueblos, el daño logístico sigue muy presente. "Pero lo que más pesa —añadió— son las heridas emocionales. Cuando llueve, mi hijo no quiere ir al colegio. Se bloquea. Hace unas semanas hubo alerta naranja y el pueblo entero se fortificó con sacos y barreras improvisadas. Eso no se olvida", recordó Fran Guaita.

"La gente no olvida ni perdona"

José Manuel Alemán coincidió en ese diagnóstico emocional. "Se respira cierta normalidad, sí, pero el alma se encoge cada vez que recordamos aquella noche", afirmó. Sostuvo que, si algo permanece grabado, es la solidaridad inmensa de los miles de voluntarios que aparecieron sin pedir nada a cambio, y que fueron esenciales en las primeras horas. Al mismo tiempo, denunció la soledad y el desamparo de la población en aquellos momentos críticos por parte de las instituciones: "Fue un gobierno autonómico incompetente, un Estado incomprensiblemente ausente. Los mecanismos de protección y rescate fallaron de forma estrepitosa. Esa negligencia política costó vidas, y la justicia deberá depurar responsabilidades". Y concluyó con una certeza que sobrevuela aún hoy en los pueblos afectados: "Aunque la justicia diga lo que tenga que decir, la gente no olvida ni perdona. Si se hubiera alertado a tiempo, muchas de esas personas seguirían vivas".

Un año después, las calles ya no están inundadas. Pero las emociones, sí.