Manuel Burque explica por qué las pesadillas son buenas para la salud mental y el gran engaño de los sueños bonitos

Manuel Burque se duerme en cinco segundos, pero no siempre descansa tranquilo. A veces se despierta gritando, otras dando golpes al colchón. Le ha pasado incluso soñar que discute con alguien y levantarse diciendo en voz alta: "¡No me lo creo!". Sin embargo, lejos de ver en las pesadillas un problema, el actor y guionista cree que son una bendición. "Las pesadillas son una técnica que tiene el lado bueno de nuestro cerebro, el que nos cuida para que estemos bien", explicó en el pódcast Me pasa una cosa.

Burque defiende que los sueños angustiosos tienen una función terapéutica: nos ayudan a relativizar. "Imagínate que sueñas que se te caen todos los dientes en mitad de una fiesta. Te despiertas, te tocas la boca y dices: vale, mi vida puede ser una mierda, pero al menos tengo dientes". Esa comparación entre el horror onírico y la realidad cotidiana, dice, nos reconcilia con lo que tenemos.

Lo verdaderamente peligroso, según él, son los sueños bonitos. "Esos sí que son jodidos", advierte. Porque al despertar, la comparación con la vida real puede ser devastadora. "¿Quién no ha soñado que se enrolla con su amor platónico o que es amigo de Rosalía? Te despiertas y tu cerebro, el cabrón que te quiere destruir, te dice: '¿Pero tú cómo vas a ser amigo de Rosalía, si no te quiere ni tu familia?'".

Para Burque, los sueños dulces son una trampa emocional. "Tu cerebro te hace creer que tu vida real es la pesadilla del sueño que acabas de tener", resume. Por eso, si le dan a elegir, lo tiene claro: prefiere una buena pesadilla a un sueño que le haga creer, aunque sea por un instante, que su vida es otra. "Porque cuando te despiertas de una pesadilla, te sientes aliviado. Pero cuando te despiertas de un sueño bonito, te das cuenta de que tu vida real es la pesadilla".