Carlos Risco, el periodista que cambió Lavapiés por un robledal: "Es bonito inventarse una vida"

Madrid

Carlos Risco estudió Historia, después Periodismo, y ahora vive en una casa centenaria junto a un robledal en una aldea despoblada gallega. Allí, entre la naturaleza y la calma, ha encontrado una manera de mirar el mundo más despacio. El año pasado publicó 'Objetos a los que acompaño', un libro en el que recopila cien objetos de su vida cotidiana que, en realidad, hablan de algo más profundo: la vida misma.

"Los objetos están ligados a todas las personas que han estado en nuestra vida", explica en el programa de la SER. En su libro aparecen utensilios aparentemente comunes: una tetera, un sombrero de fieltro, una cuchara de madera de olivo o un globo terráqueo.

De Lavapiés al bosque

Risco vivió durante años en Lavapiés, en Madrid, hasta que decidió dar un giro radical y mudarse a una caravana en la sierra madrileña. "Fue una experiencia de soledad bastante cercana", recuerda. Allí permaneció dos años, feliz y transformado, indica, a la vez que añade que sus amigos "pensaban que me había vuelto loco, pero todos tenemos fantasías de escapar. Yo solo fui un poco más atrevido", comenta en el programa presentado por Carles Francino.

Después de aquella etapa, el escritor regresó a Galicia. "La vida es circular y yo volví a casa. Todos los que nos vamos entendemos el porqué cuando regresamos", reflexiona. Desde su casa en el bosque, observa la ciudad con cariño. "Cuando vengo a Madrid me encanta. Es para ver amigos, los lugares donde fui feliz y saludar los recuerdos que dejé allí", ha indicado en La Ventana.

"Tengo simpatía, no apego"

Risco se define como un "cosista con matices". Ama los objetos, pero no se aferra a ellos. "Si lo perdiera todo no pasaría nada. No tengo apegos, pero sí simpatía", comenta el escritor. Uno de sus favoritos es un recuperador de aceite de los años 60, de aluminio. "Me encanta ese utensilio. Siento intimidad con él", confiesa entre risas.

El periodista defiende cuidar los objetos y dejar que envejezcan con nosotros: "Vivimos en una industria de la felicidad y del comprar, y experimentamos poco con el hecho de envejecer con las cosas. Hay que tener esa relación bidireccional con los objetos: cuidarlos y dejar que te cuiden".

La bicicleta, "gimnasio y psicólogo"

Aunque vive entre árboles y pájaros, Risco no está desconectado del mundo. Escribe en El País y La Región, y trabaja en una empresa de moda en un polígono industrial. Cada día recorre el camino hasta allí en su vieja bicicleta Peugeot. "Es casi la niña de mis ojos", confiesa. "Es a la vez gimnasio y psicólogo", añade.

Asegura que disfruta madrugando para pedalear antes del amanecer. "Me parece una falta de respeto, despertarme después del sol", cuenta. "Es bonito inventarse una vida", dice con serenidad.

Naturaleza y pertenencia

En su aldea, sus vecinos lo miran con curiosidad. "Me ven un poco rapaz, pero nos llevamos bien", cuenta. Ellos no entienden que no quiera luces municipales o que no corte el césped, pero comparten una "cierta simpatía". A quienes lo visitan, la experiencia les resulta reveladora. "La gente se conmueve al estar en la naturaleza. Entienden que hay una pertenencia, una compañía de lo salvaje", explica.

Defensor del paisaje y de los árboles, lamenta que las ciudades sigan talando. "Talar árboles siempre es una mala noticia", sentencia. En su refugio de Ourense, rodeado de robles y silencio, Carlos Risco sigue escribiendo y acompañando a sus objetos, esos testigos de la vida que, de algún modo, también lo acompañan a él.