"No quiero que de aquí salga un cualquiera": así se forma la nueva generación de pescaderos en MercaMadrid

Madrid

En un país donde el pescado desaparece de las mesas y las pescaderías cierran a ritmo de más de 300 al año, hay un lugar que resiste: la escuela de pescaderos de MercaMadrid. Allí, entre cuchillos, guantes y mascarillas, una docena de alumnos se forman para ejercer un oficio que lucha por no extinguirse.

La clase comienza con tijeras, escamas y chicharros. “Parece difícil, pero no lo es", dice Nicole Brites, de 33 años, que antes trabajaba en logística. "Obviamente la primera vez fue complicado, pero luego, con las enseñanzas del profesor, coges el ritmo". Como ella, otros alumnos llegan desde sectores ajenos al pescado: construcción, almacenes, incluso personas que nunca habían entrado en una pescadería.

José González, de 62 años, lo resume con humor: "A pesar de que esto no me gustaba, cuando nos dijeron que hacían falta pescaderos, pensé: hala, mira, ahora sí está interesante. Aunque tenga mi edad, me queda alguito".

El curso ofrece 100 horas de formación teórica y 50 de prácticas en empresas del sector. La empleabilidad ronda el 70%, y en algunas ediciones alcanza el 100%. "Tenemos cursos donde prácticamente todos acaban trabajando", explica el responsable del centro. "Lo sorprendente es que los cursos de carnicería tienen más demanda, aunque hay menos salidas laborales".

El profesor Diego Martínez, pescadero en activo, lo tiene claro: "No quiero que de aquí salga un cualquiera". Su objetivo es formar profesionales que entiendan el producto y el trato con el cliente. "Una bandeja no te asesora. Un pescadero sí. Y eso se nota cuando llegas a casa y ves cómo está cortado el pescado".

Ascensión Díaz, de 26 años, lo confirma: "Al principio crees que es muy difícil, pero si pones entusiasmo y motivación, te sale muy fácil". Su familia no se lo creía cuando se apuntó. "Siempre fui muy flojera, y ahora me ven centrada en el curso. Me apoyan, me animan".

La escuela de MercaMadrid se convierte así en un espacio de resistencia. Un lugar donde se aprende a cortar pescado, sí, pero también a recuperar el orgullo por un oficio que ha alimentado generaciones. "Aquí no solo enseñamos a filetear. Enseñamos a mirar al cliente, a entender lo que necesita, a dignificar el trabajo", explica Martínez

Pero el reto va más allá de la técnica. Hay que romper prejuicios. "La pescadería tiene mala imagen", reconoce Martínez. "Muchos jóvenes no saben ni entrar. Les da miedo, les apabulla", Concluye Martínez. Un vídeo viral de la tiktoker Isabel Laureano lo ilustraba con humor: "Nunca me han mandado a una carnicería, de ahí que no sepa ir. Y la pescadería es peor".

En tiempos de bandejas y pedidos por WhatsApp, esta escuela forma a quienes aún creen que detrás de cada pescado hay una historia, una técnica y una vocación.