Toni Aira: "Creo en la ley del péndulo y espero que ser ignorante deje de ser sexy"

En tiempos de TikTok, scroll infinito y discursos virales, Toni Aira lanza una advertencia y una esperanza. "Vivimos una sociedad que ha sustituido el pensar por el mirar", afirma el politólogo y doctor en comunicación social y política. Pero también cree que este ciclo puede revertirse: "Creo mucho en la ley del péndulo. Estamos en un extremo clarísimamente, y como seres humanos tenemos una tendencia de un extremo al otro. Espero que llegue una cierta revolución de la información y que ser ignorante deje de ser sexy".

Aira acaba de publicar Mitólogos. El arte de seducir a las masas, un ensayo que analiza cómo los líderes políticos construyen relatos visuales que apelan a la emoción más que a la razón. "Nos pensamos que somos más listos que nunca, pero nos seducen tanto como siempre o incluso más, porque nos conocen más que antes", advierte. "La tecnología lo hace posible. Nos tienen muy auscultados y saben cómo reaccionamos".

El autor propone entrenar la mirada crítica para no caer en la seducción superficial: "Intento entender por qué nos seducen y también entrenar la mirada para que no nos seduzcan de una manera tan nítida". Y añade: "La gente ya no busca instituciones perfectas, sino personajes que identifiquen como atractivos y coherentes, incluso dentro de su incoherencia".

Aira defiende que el problema no es solo de los populistas, sino de toda la clase política: "El dominio de la técnica, la comunicación, lo tienen que hacer todos los líderes políticos hoy en día, porque vivimos en una sociedad de la comunicación". Y plantea un reto: utilizar esas herramientas al servicio de discursos que merezcan la pena. "No debemos abdicar del impacto emocional, pero sí pasarlo por el filtro de la razón. Como en la medicina, una dosis adecuada puede curar, una sobredosis puede matar".

En su análisis, Aira también señala que los medios de comunicación tienen un papel crucial, aunque reconoce que avanzan "a tientas" en una selva digital donde los políticos desintermedian el relato. "El reto está ahí. El dominio de la comunicación no debería caer en manos de discursos tóxicos", concluye.

Y lanza una última reflexión: "Nos creemos más formados e informados que nunca, pero seguramente somos más susceptibles que nunca a que nos apelen a la razón a través de la emoción".