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Victoria Szpunberg, dramaturga: "Buscar piso es muy humillante, tienes que presentar la mejor versión de ti misma para conseguir una madriguera de mierda"

La dramaturga es Premio Nacional de Literatura Dramática 2025 por 'El imperativo categórico', una pieza sobre la precariedad laboral, moral y la crisis de la vivienda

Victoria Szpunberg, dramaturga: "Buscar piso es muy humillante, tienes que presentar la mejor versión de ti misma para conseguir una madriguera de mierda"

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Victoria Szpunberg (Buenos Aires, 1973) es licenciada en Dramaturgia y Dirección en el Institut del Teatre, donde también es profesora de dramaturgia. Una mujer de teatro, una profesión que no garantiza mucha estabilidad. Una dramaturga, que muchos no saben lo que significa eso. Esta es la realidad, dice, con la que se topó cuando tuvo que buscar piso para alquilar, ella sola, en una gran ciudad como Barcelona. "¿Pero tú vas a poder pagar el piso?", le preguntaban constantemente. Una experiencia similar a la que se enfrentó el actor Félix Gómez cuando quiso comprar una casa.

Premio Max 2013 en la autoría teatral catalana, sus obras se han estrenado en festivales y teatros nacionales e internacionales. Este 2025, Szpunberg ha sido reconocida con el Premio Nacional de Literatura Dramática por L'imperatiu categòric (El imperativo categórico), una pieza que nace de esa experiencia personal de buscar piso. "No hago autoficción, porque no me gusta poner el yo en primera persona, pero sí que me gusta hablar de esas cosas que conozco, que al menos me atraviesan el cuerpo, que vivo o que veo cercanas", nos explica.

En El pes d’un cos (2022) recogía la experiencia de cuidar a un padre enfermo y dependiente. Vulcano, dirigida por Andrea Jiménez, surgió a raíz del incendio que se produjo en uno de los pisos del edificio en el que vivía con su hija. La tercera fuga, su última pieza, sigue el rastro de una familia, como la suya, que se exilió de Ucrania a Buenos Aires y de ahí a Barcelona.

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El imperativo categórico está protagonizada por Clara (Àgata Roca, Premio Max 2025), una profesora asociada de Teorías Éticas en una facultad de Filosofía y que, como el protagonista de El proceso, de Franz Kafka, nunca ha hecho nada malo, pero un buen día se enfrenta a un montón de injusticias. Clara es una persona tranquila, metódica, disciplinada, igual que el filósofo que más ha estudiado, Immanuel Kant, al cual le dedicó la tesis y parte de su vida.

"Mi intuición era hacer dialogar a Kant con Kafka, porque me parece que son, en un punto, contrarios. Si Kant es un filósofo sistémico, relacionado con la filosofía hegemónica y patriarcal, Kafka es un escritor y creador "avisador del fuego", como dice Walter Benjamin, que anuncia desde un lugar no tan racional. Esta dicotomía la vive Clara en la obra, ya que empieza siendo kantiana y, poco a poco, se inclina más hacia lo kafkiano", explicaba Szpunberg en rueda de prensa en el Teatro de La Abadía, que acoge esta obra del 30 de octubre al 9 de noviembre, con todas las entradas agotadas desde hace meses y después de dos temporadas exitosas en el Teatre Lliure.

Un fondo buitre ha comprado el edificio en el que vive Clara para hacer apartamentos turísticos. La crisis de la vivienda es el mayor de nuestros problemas hoy en España, muy transversal esa dificultad de encontrar un piso asequible, para comprar o alquilar. "1.200 euros por una madriguera", dice la protagonista. "Yo tuve que buscar piso porque me subían el alquiler a casi 2.000 euros o me amenazaban con hacer un contrato temporal, una vez que entró en vigor la ley que pone un tope a los alquileres en Barcelona. Y buscando piso me encontré con situaciones muy grotescas y muy humillantes, más siendo una mujer sola y dedicada al teatro. Pisos que en las fotos parecen súper amplios y luego te encuentras con madrigueras, como dice el personaje de la obra", cuenta Szpunberg.

"Es un problema totalmente transversal, no solo de la gente joven, porque siempre estamos hablando de la precariedad en la gente joven y, en realidad, hay gente de mi generación que a lo mejor no se separa porque no pueden pagar dos pisos, o que tiene que volver a casa de los padres o que tienen que compartir piso a nuestra edad. Es más vergonzoso. Cosas que hace 15 años eran impensables, impensables", añade. "Es un derecho básico poder tener un techo, poder volver a tu casa después de jornadas laborales agotadoras y sentirte bien y a resguardo. Esto está en crisis, es muy grave y tendría que parar el país porque, aunque lo arrastramos desde hace años, ha llegado a un nivel muy bestia".

Le comento a Victoria que, tras la muerte de Diane Keaton y revisando su filmografía, vi Ático sin ascensor, con Morgan Freeman, una película que hace más de diez años también recogía este tortuoso proceso de buscar piso en una ciudad como Nueva York, víctima de la gentrificación y el aumento del precio de la vivienda. Como Keaton en la película, Clara en El imperativo categórico se ve obligada a escribir cartas motivacionales para venderse mejor y competir por un piso en el que, presuntamente, hay muchos interesados. "Es como que tienes que presentar tu mejor versión de ti mismo para conseguir una madriguera de mierda, perdón por la expresión, pero es que al final no entiendes por qué estás compitiendo o luchando", dice.

"Soy una friki buscando situaciones sociales que se dan, encuentros absurdos, impensables y que, al final, son reales. Y en este caso lo de las cartas de motivación, que es muy humillante. Las agencias hacen un casting para poder visitar un piso que no cumple tus expectativas o que a lo mejor no puedes pagar, es kafkiano. El proceso de Kafka te muestra unos laberintos burocráticos sistémicos en los que no se tiene para nada en cuenta al ser humano", añade.

Que Clara sea profesora universitaria tampoco es casual. "Yo quería poner a alguien en escena que tuviera una profesión que el imaginario colectivo siente como de prestigio, entre comillas, porque, ahora mismo, los profesores de filosofía no son las personas con más prestigio en nuestra sociedad", explica. "Pero no quería poner una persona claramente de clase baja o con un trabajo muy precario. Un profesor universitario ha tenido que hacer un doctorado, es decir, que es una persona que ha pasado muchísimos años invertidos en estudiar y se le supone que ha tenido los recursos para poder estudiar tanto. Esos suponemos, porque luego nos encontramos con que un profesor de universidad cobra por hora poquísimo. Tengo amigas y amigos que son profesores asociados, con una edad en la que ellos calculan que ya no van a salir de esa situación, que no pueden crecer laboralmente y tienen contratos que son totalmente precarios y terribles", lamenta.

Mujeres a los 50: unas zorras de postal

Clara es, además, una mujer que ha pasado los 50 años y "a esa edad las mujeres estamos en tierra de nadie, ni jóvenes ni viejas", nos decía la actriz Belén Ponce de León. Expulsadas por ambos extremos del sistema, la protagonista de El imperativo categórico se enfrenta a micromachismos con los siete hombres con los que se cruza en esta obra. "La invisibilidad, la falta de empatía, el desprecio, la apariencia que se le exige siempre a una mujer, aunque eso se supone que está cambiando", enumera la dramaturga. "En una sociedad cada vez más basada en dicotomías o polarizaciones, las personas que se encuentran en tierra de nadie o en los grises no tienen un espejo donde mirarse, un lugar en el que verse representadas. Si a esto sumamos la menopausia, es un proceso somático muy difícil, sí".

Xavi Sáez interpreta a los siete hombres, desde el jefe de departamento de Filosofía, un vecino que no respeta el descanso de los demás, un médico o el agente de la inmobiliaria que le enseña el piso. "Que sea el mismo actor me pareció una cosa, en primer lugar, lúdica y muy divertida. Ver a un actor jugar y representar a diferentes personajes es algo teatralmente interesante. Pero, al mismo tiempo, me funcionaba desde el punto de vista dramatúrgico, porque lo que yo estoy mostrando en esta obra es que todos los hombres son iguales o al menos desde la visión de de ella. Ella ha perdido la interlocución o la posibilidad de encontrarse con un hombre y los hombres que se encuentra representan estos roles masculinos muy estáticos, muy rígidos, que muchos hombres se ven obligados a representar, no es que todos los hombres sean así. Ella está en una crisis existencial que le permite conectar con todas sus capas, mientras que los tíos están muy apalancados en el sistema y funcionan como un rol, un estereotipo, desde una cita de Tinder a un psiquiatra que lo único que tiene ganas es de acabar la la consulta".

Efectivamente, El imperativo categórico, además de su carga dramática, tiene ingenio, ironía, es una pieza incisiva, como destacaba el jurado del Premio Nacional. Y es que sin humor, recuerda siempre Victoria Szpunberg, es imposible sobrevivir. Acabaríamos cargándonos con un cuchillo, como el que se encuentra la protagonista, "a toda esa gente que sobra", piensa Clara. "Hemos abandonado las calles. La gente está absolutamente polarizada, es imposible hablar de algún tema porque todo el mundo se posiciona de una manera muy extrema. Y, al mismo tiempo, la gente no sale a la calle a gritar o sale muy poco. Hemos perdido la fe en el espacio público y ahí se ve afectado el teatro, cuidado", concluye Szpunberg.

De teatro, de docencia, de la falta de empatía o precariedad moral hemos conversado también con Victoria Szpunberg. Toda la conversación dándole al play o en tu plataforma de audio favorita. El director artístico de La Abadía, Juan Mayorga, ya ha anunciado que la temporada que viene, la 2026/2027, regresará El imperativo categórico. ¿Debería ofrecer alguna función en catalán? ¿Por qué sale poco teatro de Cataluña y, cuando lo hace, suele traducirse? Un debate interesante que también le hemos planteado a la merecidísima Premio Nacional de Literatura Dramática 2025.

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