Idoia Fernández, una vida dedicada al deporte que no impidió un diagnóstico de cáncer de mama: "Se están perdiendo los prejuicios entre la mujer y el deporte"
La expedición del Reto Pelayo Vida convive en el corazón de la selva de Costa Rica junto a una población indígena cabécar

Idoia Fernández, una vida dedicada al deporte que no impidió un diagnóstico de cáncer de mama

Barbilla / Karkö (Costa Rica)
No es un día cualquiera en este Reto Pelayo Vida. Para Idoia, Vero, Toñi y Mapi, el enclave donde termina la etapa y la expedición hará noche no se les olvidará fácilmente. En Costa Rica, aún existen poblaciones indígenas. Cada vez más aislados en las últimas décadas, y expulsados de parte de sus tierras, ahora pelean por unos derechos y reconocimiento, que poco a poco parece que empieza a llegar. Una de las comunidades indígenas son los cabécares, y Barbilla, localidad donde residen algunos de ellos, está situada en mitad de la selva. Sus recursos propios son el cultivo, de alimentos como el plátano o la yuca, o la caza. Necesitan horas a pie para llegar a cualquier carretera, y acercarse a otra localidad cercana y volver en el mismo día es toda una prueba contrarreloj antes de que caiga la noche.

Cabaña en Karkö (Costa Rica) donde vive la población indígena cabécar

Cabaña en Karkö (Costa Rica) donde vive la población indígena cabécar
Para las integrantes del Reto, la séptima etapa ha sido más agotadora de lo esperado. Unos 13 kilómetros de trekking por la selva, con un terreno muy embarrado y de nuevo con varios pasos a través del río, que sirven como aperitivo para la maratoniana etapa del viernes, con más de 10 horas previstas de duración. Pero la fatiga desaparece al llegar a Barbilla (Karkö en el idioma cabécar). Sobre una loma, el cielo se abre y se divisa una explanada sobre la que se sitúan varias cabañas humildes, con apariencia de un mundo anterior, un par de paneles solares que brindan de energía al pueblo y animales como perros, gallinas, caballos, cerdos o patos que van saliendo al paso de la expedición. Los cabécares oriundos de Karkö dan la bienvenida a las aventureras, mientras en la escuela han esperado a la comitiva una docena de niños, junto a sus dos profesoras. Durante más de una hora, Mapi, Vero, Toñi e Idoia juegan, cantan y bailan con los alumnos del colegio, poco acostumbrados a visitas. "Me lo he pasado pipa, ha salido la niña que hay en mí", dice Idoia con una sonrisa de oreja a oreja.

Varios niños jugando con las participantes del Reto Pelayo en la escuela

Varios niños jugando con las participantes del Reto Pelayo en la escuela
Para Idoia Fernández, estas experiencias en Costa Rica están siendo la confirmación de una idea que le sobrevuela la cabeza desde hace un tiempo: "Ya lo había hablado con mi marido, cada vez tengo más ganas de venir aquí a vivir uno o dos años. Por la naturaleza, pero sobre todo por la gente y su amabilidad y espiritualidad". Idoia, de 55 años, es la veterana del grupo y la participante que más deporte ha realizado a lo largo de su vida. De niña ya practicaba balonmano, baloncesto o voleibol. Cuando las pistas se le quedaron pequeñas se lanzó a los clubes montaña. "De ahí pasé a la espeleología, pero se me quedó corto y empecé a correr por la montaña. Y de ahí a las pruebas de ultradistancia. Me gustan las carreras de 100 kilómetros. La última fue en Mallorca, en el mes de mayo" relata orgullosa. Para la riojana, este Reto Pelayo Vida "me hace sentir como pez en el agua, estoy disfrutando con el sufrimiento".
Durante las etapas Idoia tira en muchas ocasiones de sus compañeras, pero la historia que le ha traído aquí es la misma para todas. "Me extirparon dos tumores del pecho. En mi caso fue clave la autoexploración. Una mañana noté en la ducha un bulto con forma de avellana". El cáncer de mama apareció sin que ella hubiera comprado ninguna papeleta: "No lo entendía. No bebía, no fumaba, comía bien, no había antecedentes familiares. El oncólogo me dijo que me había tocado la lotería". Pero al mes de la operación, ya estaba subiendo el Monte San Lorenzo. Y a posteriori, extrae aprendizajes de la enfermedad: "Me enseñó a ser paciente, a ver lo vulnerables que somos y que por muy fuerte física y mentalmente que seamos nos puede pasar a cualquiera. Si antes disfrutaba de la vida, ahora más".
Y en el caso de Idoia disfrutar es sinónimo a deporte. De aquí al verano del año que viene sus fines de semana están repletos de carreras repartidas por toda España. Cuando empezó a apuntarse a este tipo de pruebas hace décadas apenas se apuntaban mujeres. "Siempre hacía pódium, pero porque éramos dos o tres" bromea Idoia. Hoy en día, se ha dado un paso de gigante en ese aspecto: "Gracias al empoderamiento de la mujer se están perdiendo esos prejuicios y complejos en cuanto a la relación entre mujer y deporte. Aunque el primer día vayan a quedar las últimas animo a todas a apuntarse. No pasa nada, es lo de menos. Irán mejorando y conociendo gente entre una carrera y otra".




