Verifactu

Madrid

Entre los grandes misterios de la humanidad están la existencia de Dios, el destino del universo y cómo funcionan las duchas de los hoteles. Si sumara el tiempo que he perdido tratando de entender esos grifos, me daría para escribir una novela tan larga como La Regenta. Pero a lo mejor el problema soy yo, y no los grifos. Que de repente el mundo se haya vuelto complicado supongo que es un síntoma de la edad.

Nací en un tiempo en el que, mientras los americanos mandaban cohetes a la Luna, aquí nos dedicábamos a ponerle palos a las cosas. Un español le puso un palo al mocho e inventó la fregona. Otro se lo puso a un caramelo e inventó el chupa-chups. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: gente dispuesta a ponerle un palo a todo lo que pillaba para que ver qué invento le salía.

En aquella España agropecuaria pasamos de la azada y el trillo a la cosechadora climatizada saltando por encima de todas las revoluciones industriales. Lo mismo para los escritores: de un día para otro pasamos del sacapuntas de madera y la libreta de espiral al Microsoft Office y, cuando hizo falta, al DNI electrónico y al certificado digital.

Nuestro próximo desafío, ya que la mayoría somos autónomos, se llama Verifactu, un latinajo que, traducido, quiere decir: no basta con que pagues lo que tienes que pagar, hazlo como nosotros te digamos, jaja .¿Que se tarda más en aprender a manejar Verifactu de lo que tardó Galdós en escribir Fortunata y Jacinta? ¡Pues yo me voy a la Mutua!