"Los dos mariquitas que había en el pueblo no invitaban a salir del armario": la realidad del colectivo LGTBIQ+ en las zonas rurales
La visibilidad y la representación siguen siendo la tarea pendiente de una España rural que cada vez celebra más la diversidad

Las voces del 'sexilio' del campo a las ciudades
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Madrid
Jesús Muñoz (56 años) vive en Alcázar de San Juan, un municipio de Ciudad Real de unos 30.000 habitantes. Lleva 16 años casado con su marido, al que conoció hace 23. Fueron parte del boom de bodas de parejas del mismo sexo que se celebraron en los primeros años tras la aprobación de la Ley del Matrimonio Igualitario, en 2005.
"Yo creo que cada vez más en los pueblos y en las ciudades pequeñas se vive con más naturalidad, pero todavía seguimos manteniendo un poco ese discurso un poco rancio y arcaico", asegura Jesús. Durante todos estos años su relación ha resistido impermeable a las miradas y comentarios, que cada vez son menos, pero que siguen siendo más habituales en la España rural que en las grandes ciudades.
Las asociaciones LGTBIQ+ del mundo rural coinciden en remarcar que la situación ha mejorado notablemente, que la celebración de la diversidad no la monopolizan las grandes ciudades, aunque señalan que la gran diferencia, la que empuja a muchas personas LGTBIQ a las ciudades, es el anonimato, pasar desapercibido en la multitud. A este fenómeno se le conoce como 'sexilio', el abandono del lugar de origen por motivos de discriminación, y las causas principales siguen siendo la falta de visibilidad y referentes.
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Existe colectivo LGTBIQ más allá de las grandes ciudades
Noelia tiene 30 años, vive a pocos kilómetros de Jesús, en Pedro Muñoz, una localidad de unos 7.000 habitantes. "Aquí en la Mancha se lleva mucho la broma, el vacile, pequeñas violencias por las que al final yo en el pueblo hago mi vida y mi trabajo, pero las relaciones sociales me las he buscado fuera. He tenido que buscarme entornos del colectivo para sentirme a gusto", explica Noelia.
Los dos pertenecen a la Asociación PLuRaL LGTBI+ Mancha Centro que trabaja, como otras tantas asociaciones rurales en España, para dar visibilidad en las regiones menos pobladas y frenar el fenómeno del 'sexilio'. "En mi imaginario, cuando era joven, los dos o tres mariquitas que había en el pueblo no te invitaban a salir del armario. La reacción que veías en la gente del pueblo, se reían de ellos, estaban siempre apartados del pueblo...", lamenta Jesús.
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"Incluso mi marido y yo nos lo planteamos, ¿por qué no nos vamos a vivir a Barcelona? Y no nos fuimos, básicamente, porque yo tenía el trabajo aquí fijo, sino seguramente nos hubiéramos ido. Porque pensábamos que íbamos a tener ese rechazo del entorno, que lo aceptó, pero era un poco como, ¿qué necesidad tenéis de ser tan visibles?", recuerda.
Reconoce que, con todo, que los hombres gays tienen una situación más privilegiada que la que afrontan otras letras del colectivo como las personas trans. "Cuando empezamos con la asociación nos costaba mucho encontrar personas trans, porque ni siquiera había atención sanitaria para ellos, se tenían que marchar fuera".
La Asociación defiende que la fórmula para avanzar hacia desdibujar las diferencias entre las grandes ciudades y los pueblos debe ser la educación. Alicia tiene 22 años, es bisexual, y coincide en que falta educación en diversidad e implicación de los poderes públicos. "Que las instituciones que están en la ruralidad apliquen la Ley de Diversidad. En los institutos no se está formando en diversidad, tampoco a los profesores".
Oasis de diversidad en la España Rural
Las voces consultadas rechazan esa imagen de la España rural a la cola de las ciudades, y de hecho también encontramos en el campo algunos de los mejores ejemplos de diversidad, como es el municipio de Campillo de Ranas, en Guadalajara. Cuando se aprobó el matrimonio igualitario aparecieron muchos objetores de conciencia por toda España. El alcalde de este municipio de 150 habitantes, Francisco Maroto, dio un paso adelante y dijo: "Yo sí caso". 20 años después sigue haciéndolo.
"Tenemos bodas todos los fines de semana, y algunas semanas que hay tres, así que he perdido la cuenta", cuenta Maroto, que apunta a que por entonces, después de la aprobación del matrimonio igualitario, un 70% de las bodas que oficiaba eran de parejas del mismo sexo. Aunque hoy el ritmo ya se ha frenado, siguen llegando parejas de todo el mundo. "Ha venido gente de Islandia, Japón, Noruega, Estados Unidos, Ecuador... He casado gente de todo el mundo".
Un trabajo extra que hace con gusto, lo ha hecho durante sus 6 legislaturas, y ha situado a Campillo de Ranas en el mapa del matrimonio igualitario en todo el mundo, y desde ese altavoz hace un llamamiento al colectivo a atreverse a ser visibles. "Hay personas que prefieren mantenerse en el armario. Se casan por burocracia y por regular su situación, pero no quieren que su entorno lo sepan, y vienen aquí en secreto, y a algunos les hemos tenido que poner hasta los testigos".
"Siempre es por sus seres queridos. Muchas veces están esperando a que se mueran sus padres, porque piensan que son los que más le van a rechazar. Y luego, cuando han salido del armario, la respuesta es: ya lo sabíamos. Se te pasa la vida, has estado puteado para por una cosa que no tenía sentido", explica Maroto.
"Yo tengo una suegra que tiene ya casi 87 años, que ella siempre dice, yo tengo dos hijos, uno casado con un hombre y otro casado con una mujer, y no te puedo decir cuál de los dos es más feliz", presume Jesús.




