'Lux', un derroche de talento donde Rosalía fusiona el pop y la música clásica
La artista catalana marca un antes y un después con un disco distinto a todo, dedicado a la mística femenina y a lo espiritual y donde emociona en cada canción

Madrid
Cuando el pop parecía estancado frente a la música urbana, Rosalía ha llegado para hacer historia y dejar claro que el pop puede ser muchas cosas, incluso una música espiritual, culta, llena de simbolismo y abierta al diálogo con el resto de géneros. Lux es un disco peculiar. Elevado, culto, misterioso, bello; pero también de difícil acceso para sus fans. Sin duda, la artista catalana ha vuelto a demostrar que no es fácil encasillarla y que su música y su creatividad están por encima de la media.
Con una de las producciones más cuidadas del panorama musical, con un milimétrico estudio de la mezcla, Rosalía presenta un álbum distinto a todo, algo que ya se podía intuir por la gigantesca campaña de marketing que inició hace unas semanas, y a la que han contribuido incluso las filtraciones. La artista ha dejado atrás la épica del héroe y el clímax, quizá más masculina, de Motomami para acercarse a la mística femenina en Lux. Las mujeres están en el centro de las letras, mujeres que prefieren alejarse de los hombres, de las victorias y de las gestas y acercarse a lo mundano y a dios. Inspirada en una serie de santas históricas de distintos países, esas que, como Santa Teresa, eran más felices en el convento que en la vida marital.
Dividido en cuatro movimientos, como los de la sonata clásica, la artista recorre varios temas: pureza, la gravedad, la amistad con dios y lo mundano, hasta acabar con la muerte, un tema también presente en un álbum, donde es difícil señalar hits o temas aislados, todo se contempla como un todo, como una obra magna, con una narración con principio y fin, con su alfa y su omega. La música clásica está en todo momento, de la mano de la Orquesta de Londres y de la Escolanía de Montserrat, fusionándose con las melodías pop y con otros géneros que aparecen en las canciones.
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Hay algo de autotune, en Focu Rani, palmas flamencas en Porcelana y en Stalker, y una voz cercana a la entonación del rap o el hip hop en La novia robot y hasta algunos compases de techo en Berghain, el single que ya habíamos escuchado con antelación. En Un mundo nuevo la voz de Rosalía es más aflamencada y hasta evocarlos compases de la copla. Son las sevillanas las que resuenan lejanamente en De Madrugá y la rumba en, valga la redundancia, en La rumba.
También suena algo de fado en Memoria, tema que canta junto a la cantante portuguesa Carminho. Es una de las varias colaboraciones, junto con la de Yves Tumor y Bjork, y una locución de la rockera Patti Smith, que aparece en Yugular, o con Silvia Pérez Cruz. Más mujeres que se suman a un disco que está en continua conversación y que propone muchas lecturas, pero que supone también un desafío, en tanto que pide una escucha atenta, un parar y pensar, leer las letras, sentir, y casi elevarse al escuchar cada una de las canciones. Todo un reto en la era de la inmediatez, del usar y tirar y del algoritmo.
Es fácil preguntarse cómo hará para llevar la música de este álbum de gira, donde suenan violines, pianos, percusión y donde es su voz la que está por encima de todo. Un registro vocal impresionante, como demuestra en Mio cristo, por ejemplo, donde se acerca incluso a un tono operístico que sobrecoge.
Esa elevación intelectual y espiritual tiene también momentos más mundanos, como cuando Rosalía habla o mete una llamada de teléfono, o con La perla, una canción que dedica a un ex, al que pone a caldo, lo llama terrorista emocional. También cuenta la historia de una novia que pasó de vestirse de blanco a vestirse de violeta y dejó a su novio en el altar. "No seré de tu propiedad, seré mía y de mi libertad".
Esa canción está cantada en español, es el idioma vehicular de Lux, pero hay doce más. Son los idiomas en los que pensaron, escribieron y rezaron las mujeres que han inspirado el disco, como Juana de Arco, en Jeanne, donde canta en francés. También homenajea a la poetisa china Sun Bu’er, cantando en mandarín, a Hildegarda de Bingen, a Santa Olga de Kiev, lo que la lleva a descubrir el ucraniano, a la santa y poeta árabe Rābi'A Al-'Adawiyya y a Santa Rosa de Lima.
Un recurso que podría parecer una jugada de marketing metida con calzador, pero que da a Lux otra dimensión, ya que la artista consigue que encajen a la perfección, quizá porque ha dedicado un año entero a componer esas letras, a traducirlas, a aprender su fonética y a grabarlas, quizá porque el verbo fue el principio, según la Biblia. La idea, confesaba Rosalía, era entender a las demás, para entenderse a sí misma y así amar mejor. El amor está en el centro de Lux, pero no el amor romántico que emanaba de las letras de El Mar Querer, sino el amor a una idea, a una fe, el amor a Dios.
Las referencias religiosas son constantes. "Primero amaré el mundo y luego amaré a Dios", se abre así, con esa frase el disco. "Seré tu reliquia", canta Rosalía un par de temas después. "Hecha para divinizar", dice en Divinize, cantada en catalán. "Mi cristo llora" o "Dios es un Stalker", son otras de sus frases. El alma, el espíritu, la fe y el amor son las cosas a las que ahora canta Rosalía y la muerte, tema que centró su primer álbum, Los Ángeles y que aquí llega al final del disco con la maravillosa Magnolias. "Todos habéis venido, hasta mis enemigos", canta al cierre de un disco que congregará precisamente a todo el mundo, a los amigos y los enemigos, pero que no dejará indiferente a nadie.


Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...




