Mario Vega: "Un pueblo cuando se deja de nombrar desaparece"

Madrid

Medio siglo después de la Marcha Verde, aquella operación con la que Marruecos ocupó el Sáhara Occidental aprovechando la agonía del franquismo, el teatro se convierte en una trinchera de memoria. La obra 'SÁHARA, la barca del desierto' revive el drama de un pueblo desplazado y olvidado.

Un viaje colectivo contra el olvido

"La historia de Manuela es la de muchos saharauis que perdieron su hogar y su vida, tal como la conocían", explica su director Mario Vega en La Ventana. La protagonista viaja a El Aaiún para pasar uno o dos años, pero termina echando raíces: se casa, forma una familia y se ve arrastrada por el conflicto cuando el ejército marroquí invade el territorio. En su huida por el desierto, acompañada por una camella llamada Hanina, decide entregar a una niña huérfana a sus abuelos refugiados en el sur de Argelia.

El montaje reconstruye, con tono poético y documental, aquel éxodo de miles de personas perseguidas y bombardeadas mientras el NODO español hablaba de una retirada "honrosa" y el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón prometía proteger los derechos del pueblo saharaui.

"Creemos que debemos mucho a los saharauis —afirma Vega—. Después de 50 años, hay un pueblo que se está muriendo y que sigue viviendo un proceso terrible. Lo más doloroso no es el viaje individual, sino el colectivo, el sufrimiento compartido".

"Es imposible no posicionarse"

La actriz Marta Viera confiesa que el papel le ha enseñado "a canalizar el dolor y la resistencia. De Manuela he aprendido el viaje interior que hace junto al pueblo saharaui, esa forma de resistencia que nace del amor y de la esperanza".

El espectáculo, construido a partir de testimonios reales, da voz a mujeres que sufrieron la violencia, el exilio y la pérdida. "Escuchábamos relatos de violaciones, de muertes en el desierto, de gente que acompañaba a familiares que no lograban sobrevivir", recuerda el director.

Pese al horror, Vega subraya la esperanza como hilo conductor: "Alguien desde fuera no puede imaginar la fuerza con la que los saharauis se levantan cada día. Esa esperanza es lo único que los mantiene".

Con una duración de una hora y cuarto, 'SÁHARA, la barca del desierto', invita al espectador a mirar de frente una herida abierta. "Tenemos secuestrados a 300 espectadores durante ese tiempo", dice Vega. "No podemos perder la oportunidad de contar algo que nos obliga a posicionarnos. Es imposible no hacerlo".

La obra continúa su gira por España y Latinoamérica, con la intención de mantener viva la memoria de un pueblo que se resiste a desaparecer.