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Victorina Durán, referente lésbica de hace un siglo

La escenógrafa y pionera lésbica que desafió el silencio y vistió de libertad a la escena española.

El viaje de ida | Victorina Durán o como vivir muchas vidas en una sola

El viaje de ida | Victorina Durán o como vivir muchas vidas en una sola

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“¡Vivir!, siempre vivir y amar constantemente. Besar en cada boca de mujer la nueva sensación de cada día, la emoción de sentir y de querer, gozar intensamente y no morir.”

Este poema fue escrito entre 1920 y 1930. Un poema sobre el tópico literario del penar de amor, pero resignificado. Detrás de los versos está Victorina Durán (Madrid, 1899), una de las grandes figuras de la escena teatral española y una gran referente lésbica a principios del siglo XX en España. Dos títulos que consiguió a pesar de que su familia no la quería ver en el teatro, ni mucho menos que fuese lesbiana.

Una infancia entre camerinos y rebeldías

Hija de un militar cercano a la familia real y de una bailarina, Victorina creció en una familia burguesa. “Su padre era famoso en el Madrid del momento por sus escarceos”, explica Eva Moreno-Lago, autora de Victorina Durán: una vida llamada teatro (Renacimiento). Moreno-Lago recuerda que “hay testimonios en prensa donde se cuenta que los burgueses iban a los camerinos a incordiar constantemente a las bailarinas” y que este sería uno de los grandes motivos por los que a la madre de Victorina no le gustaba el teatro.

De los camerinos del Teatro Real, donde trabajaba su madre, le llega la pasión por el vestuario, pero Victorina tiene muchas cosas en común con su padre, que la lleva a espacios que no le eran permitidos, como obras de teatro no aptas para señoritas. “Le da una libertad y la lleva a unos espacios que eso luego repercute en cómo ella vive y cómo entiende que es una mujer diferente en todos los sentidos”, aclara Moreno-Lago. Viendo a Julia Fons, artista de variedades que le encantaba, Victorina tiene un despertar dual: en lo artístico y en lo sexual.

El despertar de una mirada distinta

También aprende de su padre a ser una gran seductora y a “admirar la belleza femenina desde otra posición menos incómoda para las mujeres, menos violenta”. El despertar sexual de Victorina también se debe a la buhardilla de su casa, donde su padre guardaba revistas sicalípticas y novelas de lo que se llamó la “ola verde”. “Encuentra un mundo que hará que su fantasía vuele”, sentencia Moreno-Lago.

Su casa fue teoría y práctica para todo. En las mismas cuatro paredes en las que no puede expresar libremente su identidad sexual, descubre cómo tocar a las mujeres practicando con el personal del hogar. Así lo cuenta en sus memorias Mi vida, editadas por Residencia de Estudiantes:

“La primera criada que yo recuerdo fue Matilde. Fue la primera que me dejó las tijeras grandes para recortar, luego vendrían Amalia y María. Después de María vino Rosa. Era verano. Rosa llevaba una blusa abierta por delante que me dejaba ver sus preciosos pechos. Primero los miré, durante varias siestas; luego me acerqué y los acaricié: esto le daba a ella gran placer y a mí también.”

Entre el arte y la obligación

Le pasó también con los estudios. Ella quería ser actriz, ya había hecho prácticas en diferentes obras, pero su familia paterna insistió en que estudiase algo “católico y que estuviese bien visto”. Ella decía que sí, pero siempre sacaba partido. Carmen Gaitán, coeditora de sus memorias Mi vida (Residencia de Estudiantes), cuenta que “el baile no era su fuerte, tampoco lo sería luego la música”. Victorina tiene una formación artística “extensísima”, señala Gaitán, gracias a lo que termina trabajando en el mundo de la escena como figurinista y escenógrafa.

Estudió Bellas Artes y coincidió con Dalí y Rosa Chacel; se codeó con primerísimas figuras. Entonces, al terminar la carrera, para las mujeres que habían estudiado Bellas Artes solo había dos salidas: adornar el hogar o ser maestra.

La marquesa que le enseñó a ser libre

Con todas sus pertenencias marcha rumbo a Valencia para dar clases de dibujo. Y allí conoce a una persona clave en su vida: la marquesa Margarita Ruiz de Lihory, con la que tiene su primera relación sexual en 1921. “Ella le va a enseñar un aprendizaje súper importante: tenía que hacer lo que realmente quisiera, y obviamente entendió que era posible tener relaciones con mujeres”, explica Moreno-Lago.

Ruiz de Lihory le enseñó que ser lesbiana y libre era posible. Pero en aquellos años 20 había que aprenderlo todo. La palabra “lesbiana” no se utilizaba, a las relaciones entre mujeres les faltaba léxico. Paula Villanueva, filóloga y autora de El Círculo Sáfico, cuenta que Victorina veía que “las mujeres que tenían relaciones con mujeres no hablaban de ello y entonces ella escribe: yo quiero hablar de que amar a otras mujeres era una realidad, era algo que pasaba, era algo normal”.

Moreno-Lago hace un apunte quirúrgico que nos ayuda a comprender cómo el colectivo LGTBIQ+ podía “identificarse” en tiempos donde todo eran secretos y silencios: “El lenguaje nunca ha acompañado a la disidencia”.

Escenógrafa, artista y docente

Paralelamente a su vida íntima, la vida profesional de Victorina Durán es fascinante. No pudo ser actriz, pero triunfó como figurinista y escenógrafa con los grandes del teatro moderno como Margarita Xirgu, Lorca o Rivas Cherif.

Moreno-Lago explica que Victorina Durán fue pionera en la técnica del batik y participó en proyectos fundamentales en nuestra cultura, como el Lyceum Club, la Residencia de Señoritas o el Teatro Escuela de Arte. “Se convirtió en una figura central en la concepción del diseño de vestuario escénico como disciplina artística”, subraya.

Gaitán amplía su universo y explica que también “se había dedicado a la docencia del arte, había pasado por algunas de las instituciones más relevantes, sobre todo para la educación femenina a principios del siglo XX en España; había sido periodista, trabajado en museos, teatros...”.

París, el gran escenario

Su ciudad fetiche fue París. Allí encontró un ambiente muy inspirador en la bohemia, las artes y la moda. En 1925 vivió su gran triunfo como artista al ser premiada en la Exposición Internacional de Artes Decorativas.

Idoia Murga, coeditora de Mi vida (Residencia de Estudiantes), recuerda cómo “para poder costearse todo el viaje había estado vendiendo pañuelos pintados en batik a un duro junto a su amiga Matilde Calvo Rodero para conseguir los fondos que le permitiesen disfrutar a tope de la ciudad”.

El Lyceum Club y los espacios seguros para amar

Victorina Durán se relaciona con todos y todas. En 1926 fue de las fundadoras del mítico Lyceum Club Femenino, que reúne a todas las mujeres pioneras de la época. Moreno-Lago habla de la asociación como “una plataforma fundamental que funcionó como un impulso a todas las mujeres, lanzando el mensaje de que ellas también eran parte de la vida cultural de España”.

Pero en el Lyceum no todas eran tan modernas como Victorina. Todas querían participar en la vida social, cultural y política, pero las había de izquierdas, liberales, conservadoras, ateas, religiosas... Y la estética de Victorina Durán chocaba. Teresa del Pozo, responsable del Archivo del Museo Nacional de Artes Escénicas de Almagro, confiesa que en un primer momento le impresionaron las fotos: “Ella rodeada de mujeres vestidas de mujer, y ella de hombre. Siempre iba de hombre”.

Realmente, Victorina iba a la moda. Moda parisina garçonne. Pelo corto, chaqueta y, por supuesto , pantalón.

Marca tendencia, pero si algo le agradecen las mujeres lesbianas de la época es que creara espacios seguros para mujeres lesbianas como el Círculo Sáfico. “Tenemos que pensar que el Lyceum era un espacio que acogió a las mujeres intelectuales desde las más conservadoras hasta las más transgresoras”, explica Moreno-Lago.

Así, el choque cultural e ideológico estaba servido, por lo que había que encontrar espacios seguros. Villanueva cuenta que “en el estudio que comparte Victorina Durán con Matilde Calvo Rodero y con Juana Cortadellas se dan estas reuniones”. Unos encuentros en los que “era posible que las mujeres amasen a otras mujeres, que dos mujeres se estuvieran besando o acariciando, algo a la vista de los demás”.

Arte, erotismo y guerra

La II República y los años 30 fueron años de gran actividad social y cultural. Victorina explota sus habilidades artísticas en el teatro y sus creaciones en los batik, que hoy se pueden ver en el Museo Nacional de Artes Decorativas, o en los dibujos eróticos expuestos en el Museo Reina Sofía. Teresa del Pozo especifica que Victorina, en su obra sobre papel, “utilizaba sobre todo carbón y lápiz”.

Algunos de sus dibujos son descritos como “kamasutra lésbico”. Para Moreno-Lago, hay uno especialmente llamativo que representa “una figura tumbada en la cama y la amante en una escena muy íntima”. Y Victorina hace estos dibujos en los años 30. Y entonces llega la guerra.

El exilio argentino

Tras la muerte de Federico García Lorca sintió miedo. Gaitán explica que cuando Victorina ve la situación de la Guerra Civil española entiende que corre peligro: “aunque no se la pueda relacionar directamente con ningún partido político, sí lo había estado con personas que estaban siendo represaliadas y asesinadas”.

Moreno-Lago recuerda el mensaje que se lanzó con el asesinato de Lorca: “Vamos a acabar con todos los rojos y maricones que hay en España”.

Victorina Durán embarca a Buenos Aires junto con su queridísima Vernacci en el Lipari. Y en este barco perdió el miedo. Allí escribió su obra de teatro Al margen, contando precisamente una experiencia de amor entre dos mujeres. Estas son las últimas frases que escribió en el prólogo que abre la obra de teatro: Abre con este prólogo. Subrayo las últimas frases:

"Estos momentos escenificados son los que vais a conocer. Los viven seres humanos que no sabemos cómo han sido antes y que nada de ellos sabremos después. Los conocemos solamente unas horas o unos minutos; nada sabemos de ellos antes y desaparecen sin que los volvamos a encontrar. Al bajar el telón de cada cuadro desaparecen para siempre, quedando con sus dudas y con sus problemas sin resolver.

Estos cuadros que están “al margen” de la vida vulgar son tan vulgares como la vida misma. Son momentos que todo ser humano ha vivido alguna vez o puede vivir algún día. Todo espíritu sensible ha tenido, tiene o tendrá algún momento de vida al margen"

En Buenos Aires traslada su red madrileña a la capital argentina con exiliados y nuevas amigas del ámbito cultural platense. Gaitán deja claro que allí Victorina no paró: “Llega en septiembre del 37 y en el 38 consigue un puesto de ayudante de sastrería en el Teatro Colón. Ella y María del Carmen Vernacci crean una tienda de antigüedades. Una de sus primeras actividades es la docencia: en el 38 empieza a impartir conferencias artísticas acerca de la indumentaria, empieza a abrirse camino en el periodismo, la docencia, la actividad artística...”.

Así fue hasta que poco a poco fue consiguiendo estabilidad en el exilio.

Regreso y legado

Se fue para tres meses y se quedó 25 años, pero a partir de los años 50 fue preparando su vuelta a España. Hacía viajes a París con alguna de sus parejas, como Carmen Valdés, y luego viajaban “como amigas” a España. En 1963 se instala definitivamente aquí, en tiempos franquistas.

La clave en ese momento es su familia, muy conservadora y bien relacionada, que se lo pone más fácil. Pero una vez aquí, la relación más directa de Victorina Durán fue con los sobrinos nietos, más modernos. Paco Morales es uno de ellos: “Dieciséis años exiliada por Franco, pero nunca le criticó. En mi casa no se podía criticar a Franco”. Morales cuenta que su tía fue una “psicóloga excepcional”: “Cuando cumplí los 18 y empezó mi vida amorosa, con quien hablaba de estas cosas y me desahogaba era con mi tía Victorina”, recuerda.

En España trabajó como escenógrafa y figurinista para el Teatro Español, siguió su carrera artística y escribió sus memorias con la idea de que se publicaran póstumamente, como así ha sido.

En su casa de Peñíscola tenía un bar con las paredes llenas de frases que ahora recuerda Morales, su sobrino: “Te arrepientes más de lo que no has hecho que de lo que has hecho mal”, y otra que decía: “Los amigos son más peligrosos por lo que no te dejan hacer que por lo que te hacen hacer”.

“Esto que escribí es todo verdad”

En los últimos años de su vida, Victorina escribió esto:

“Esto que escribí es todo verdad. Verdad lo que fue mío y verdad lo de las demás mujeres. Cariño, ternura, placer, dolor, risas y llanto... pero siempre amor. Y para quien desconozca cómo es este amor, que ahora sepa que así es. Estamos en 1980 y no he dejado de amar. Antes de terminar, quiero escribir el epitafio que quede en mi recuerdo: No sé si habré dejado de amar por haber muerto o si habré muerto por haber dejado de amar".

Victorina Durán no solo desafió las normas: las reinventó. En cada traje, en cada verso, en cada amor prohibido, dejó escrita una lección de libertad que sigue viva casi un siglo después. Su vida fue un manifiesto en movimiento: arte, deseo y resistencia. Abrió caminos que hoy recorren quienes aman y crean sin miedo. Quizá, como escribió ella misma, nunca dejó de amar. Y tal vez por eso, Victorina Durán sigue viva en cada historia que se atreve a decir su nombre.

 

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