José Carlos Ruiz: "El gusto de cada persona depende de su biografía"
El filósofo reflexiona sobre el sabor, la belleza y el juicio estético como caminos hacia el conocimiento y la libertad interior
Más Platón y menos WhatsApp: Filosofía y Gusto
Madrid
"Si lo piensas, la filosofía y la sal tienen mucho en común", comenta José Carlos Ruiz, doctor en Filosofía y profesor de la Universidad de Córdoba en La Ventana. "La sal se usó primero como conservante y luego como condimento. Conserva y potencia. Pues bien, la filosofía hace lo mismo con el pensamiento: conserva la esencia de lo humano y potencia la búsqueda de la vida buena".
Para Ruiz, este mineral milenario es metáfora de un ejercicio intelectual que "vence la jerarquía del tiempo sobre lo perecedero" y mantiene vivo el sabor de la palabra, igual que la sal preserva y realza los alimentos.
Sabor y saber: una misma raíz
Cuando se le pregunta por la relación entre el sabor y la filosofía, el pensador no duda: "Ambas tienen su fundamento en la lengua: el lenguaje y la palabra". Explica que sabor y saber comparten raíz etimológica en el prefijo latino 'sap', del que derivan 'sapor' (gusto) y 'sapere' (saber). "Antes de significar conocer, sapere significaba literalmente ‘tener gusto’. Con el tiempo, el gusto se extendió al conocimiento".
Por eso, añade, el sabor "implica discernir, distinguir, ampliar el conocimiento de algo", y al igual que la filosofía, "estimula el cuestionamiento y la investigación: cuando algo te sabe de una forma, te interpela, te hace preguntarte".
El juicio del gusto, según Kant
El filósofo recuerda que el gusto, como facultad de juzgar lo bello, también ha sido objeto de reflexión desde la Crítica del juicio de Kant. "Para él, el gusto es la capacidad de juzgar lo bello sin interés alguno. Es un placer desinteresado", explica Ruiz. "Eso no significa indiferencia, si no libertad: disfrutamos sin necesidad de poseer. La belleza se contempla, no se usa".
Cita una definición del propio Kant: 'El gusto es la facultad de juzgar un objeto mediante una satisfacción o un descontento sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción se llama bello'.
Entre el gusto y el poder
El debate sobre el gusto, sin embargo, no se limita al terreno estético. Desde la sociología, pensadores como Pierre Bourdieu lo han analizado como signo de pertenencia y distinción social. "El gusto no es inocente", advierte Ruiz. "Refleja de qué grupo venimos y a cuál aspiramos a pertenecer. Es un lenguaje de clase: expresa nuestra educación, nuestra exposición cultural y nuestras aspiraciones simbólicas".
A su juicio, instituciones como la escuela, los museos o los medios de comunicación "siguen actuando como poderes de consagración", estableciendo cánones de lo bello y lo deseable. "El gusto también es una forma de poder simbólico", resume.
Del gusto al disgusto moral
Pero no todo es placer estético. El disgusto, recuerda el filósofo, "es una emoción moral y política ambigua". Puede ser una reacción de defensa ante lo corrupto o injusto, "un gesto de preservación ética del yo". Sin embargo, advierte que también puede derivar en una herramienta de exclusión. "Martha Nussbaum señala que el asco se ha usado históricamente para marginar a los considerados impuros: pobres, mujeres, enfermos o extranjeros. Lo que empieza como defensa moral puede acabar siendo política del repudio".
La belleza como necesidad humana
En un momento del programa, se recupera un fragmento del filósofo británico Roger Scruton, quien defendía que "la gente ha perdido la fe en la belleza porque ha perdido la fe en los ideales". Scruton alertaba del peligro de una cultura que rehúye el juicio estético por miedo a ofender: "Hay estándares de belleza con base en la naturaleza humana, y necesitamos buscarlos e integrarlos en nuestras vidas".
Educación del gusto
También el catedrático Juan Martín Prada recuerda, siguiendo a David Hume, que el gusto puede educarse. Ruiz coincide: "El refinamiento del gusto es una forma de autocontrol, una tecnología del comportamiento que los separase del resto de clases sociales", señala citando a Norbert Elias. "Pero no olvidemos que siempre habrá quien quiera apropiarse de ese poder para marcar el camino".