El mal necesario
A veces nos hartamos de tanta tragedia y tantas malas noticias. A mí me pasa. Pero antes de desconectar y dedicarnos a nuestras cosas, es bueno acordarse del mal necesario.

Barcelona
En un mundo perfecto no existirían ni policías ni periodistas. Tanto unos como otros somos males necesarios. Si la humanidad desconociera el delito y la mentira no haríamos ninguna falta. Ya se imaginan que hablo como periodista, no como policía: uno nunca ha servido para preservar el orden. Más bien lo contrario.
Estoy en Guatemala, en un foro de periodismo centroamericano. Aunque no soy ni de centro ni americano, me han dejado entrar. Muchos de los profesionales asistentes viven en el exilio. Dictaduras como la nicaragüense o la salvadoreña, tan ridículas como corruptas y mortíferas, no toleran la crítica: si el periodista no se larga a tiempo, un día vienen a buscarle unos tipos y, como dicen por aquí, le desaparecen.
Nada nuevo, por otra parte. Puestas a elegir, las dictaduras, y los gobiernos en general, siempre prefieren la policía a la prensa. Lo mismo pensarán ustedes, supongo. Es lógico.
El caso es que en este nuevo mundo que ha industrializado la mentira y convertido el fanatismo y la ignorancia en especialidades artísticas, lo de ejercer el periodismo (ojo, no hablo de propaganda ni entretenimiento, sino de información veraz) es cada vez más peligroso.
Recuerden la aniquilación sistemática de periodistas palestinos en Gaza. Israel no permite que los periodistas extranjeros entren en la Franja. Por su seguridad, dicen. Claro. Si entraran quizá también habría que matarlos. Y eso, por alguna razón que se me escapa, nos escandalizaría más que un montón de cadáveres palestinos.
A veces nos hartamos de tanta tragedia y tantas malas noticias. A mí me pasa. Pero antes de desconectar y dedicarnos a nuestras cosas, es bueno acordarse del mal necesario. Me refiero a esos tipos mal pagados y medio locos que se juegan la vida en rincones oscuros del mundo para que nosotros, según el humor, podamos optar por saber o por cerrar los ojos.
Me llamo Enric González. Les deseo un buen fin de semana.




