Los dibujantes no se borran
Con las historietas de Vallès, sus lectores del extrarradio nos hicimos de Barcelona. Nos decía que todo lo que sospechábamos era cierto. Su trazo sucio arremetía contra un mundo sucio. Pero ese dibujo sucio estaba a lleno de pureza.
Los dibujantes no se borran
Barcelona
En la noche del pasado martes, 28 de octubre, murió el dibujante Vallès a los 78 años. Si ustedes no lo visualizan físicamente, cierren los ojos e imaginen una Barcelona ácrata, corrosiva y elegante. Así era el humor de Vallès. Al igual que hay una Barcelona de Gaudí, existe una Barcelona de Vallès. Pero está más viva una viñeta auténtica que la imitación de una catedral. Vallès mostró la mezquindad de una Barcelona que se cree a sí misma irreprochable. Con sus historietas de La familia Guarro y de Los Aguirre, que salían en Makoki, nos dijo que la inmoralidad compra pastelitos los domingos. Cuando le conocí, tenía la barba y el pelo blancos igual que un filósofo en el exilio. Su Barcelona natal fue la del Mercado del Ninot. Clase media y ordenada como las calles del Ensache. Estudió en el mismo colegio de los padres misioneros que el dibujante Martí, también descreído y undergound. En el Víbora, Martí se hizo famoso con las aventuras de Taxista, donde mostraba una Barcelona de policías, cloacas, pensiones y casas de ricos. Vallès estudió Económicas y también Derecho. Aquí, coincidió con Enrique Vila-Matas, el futuro gran escritor de una Barcelona enigmática y cosmpolita. Con las historietas de Vallès, sus lectores del extrarradio nos hicimos de Barcelona. Nos decía que todo lo que sospechábamos era cierto. Su trazo sucio arremetía contra un mundo sucio. Pero ese dibujo sucio estaba a lleno de pureza. La inteligencia siempre piensa limpio. Vallès fue independiente a rabiar. Estuvo en muchas guerras. Coordinó la revista Por Favor. Fue dibujante de Mata Ratos, cuando la dirigía Conti, el creador de El loco Carioco. Formó parte de El Papus, la revista satírica donde la ultraderecha puso una bomba y mató al conserje. Los dibujantes también mueren, pero nunca se borran.