Ir de caza

Barcelona

No me parece nada asombroso. Me refiero a la posibilidad, aún bajo investigación, de que empresarios italianos pagaran hasta 100.000 euros por apostarse en las colinas sobre Sarajevo para disparar sobre los habitantes de la ciudad sitiada. Al fin y al cabo, si resulta cierto, esos miserables pagaban por hacer lo mismo que hacían, y encima cobrando, los francotiradores serbios.

Insisto, no me asombro. Es más: creo que, en un futuro más o menos próximo, llegaremos a ver legalizadas las monstruosidades de este tipo. Y serán más baratas, porque la desregulación tiende a bajar los precios. Ya ven. Ventajas del mercado libérrimo.

Pensarán que exagero. Bueno. Recuerden los vientres de alquiler. En España está prohibida la gestación subrogada, como se denomina dicha práctica en términos legales, pero basta con viajar a Estados Unidos o Ucrania, por poner dos ejemplos, para encontrar a alguien que hará posible lo que por razones médicas o biológicas nos resulta imposible. O que, simplemente, nos evitará las molestias del embarazo.

Quien alquila su vientre no lo hace por placer o por altruismo. Lo hace porque necesita dinero. Igual que quien vende un riñón. Es el mercado, amigos. No hay más dificultad que ponerse de acuerdo en el precio.

En estos tiempos que vivimos, con unas desigualdades económicas cada vez mayores y bajo el hechizo de eso que llaman falsamente libertad y no es más, ya lo saben, que la libertad del zorro en el gallinero, todo es posible.

Imaginen a alguien sin recursos para alimentar y cobijar a su familia. No les pido un derroche de imaginación: hay muchos millones de personas en esa situación. Me parece que ese alguien podría aceptar, bajo contrato, por supuesto, y como resultado del pacto entre personas responsables, adultas, etcétera, convertirse durante un rato en pieza de caza. A lo mejor ese alguien sobrevive. Y si muere, su familia saldrá de la miseria.

¿Siguen pensando que eso nunca ocurrirá? Vale, quizá yo peco de pesimismo. Pero quizá ustedes sean demasiado buenos, y demasiado ingenuos.

Me llamo Enric González. Les deseo, pese a todo, un buen fin de semana.