El guion que se vendió por 200.000 dólares y dio vida a una película de culto
El argumento del largometraje surgió a partir de un viaje en Inglaterra

El guion que se vendió por 200.000 dólares y dio vida a una película de culto
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Madrid
En esta ocasión, en Sucedió una noche han puesto sobre la mesa la película de Los Inmortales (o Highlander), que pertenece a los géneros de acción y aventuras fantásticas y que fue estrenada en 1986. En ella, los personajes son seres inmortales que se camuflan entre el resto de la sociedad y solo pueden morir al ser decapitados.
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El argumento de este largometraje se le ocurrió a un joven aprendiz de guionista, llamado Gregory Widen, mientras visitaba Inglaterra. "Fui a la Torre de Londres, donde está la mayor colección de armas del mundo. Allí hay cosas desde el medievo italiano al imperio japonés", explicó Wide.
"¿Y si fuera posible haber podido llevar todos esos trajes y armaduras durante muchas épocas porque no has muerto?", se preguntó el guionista. La inspiración para la historia de Los Inmortales se completó con la película de Los duelistas, de Ridley Scott, en la que se refleja el concepto de un hombre que solo quiere acabar con la lucha, pero nunca lo consigue. "Me pareció un buen dilema clásico para el personaje principal y creo que eso se convirtió en el conductor del argumento", afirmaba Widen.
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El guion que se vendió por 200.000 dólares y dio vida a una película de culto
Widen tenía 19 años
La parte curiosa de este guionista es que, en ese momento, tenía 19 años y era un estudiante de la Universidad de California. Su profesor de cine le recomendó enviar a algún agente el guion que había escrito y, tras unos días, consiguió venderlo por 200.000 dólares.
Los productores encargaron la dirección de la película a Russell Mulcahy, un realizador que venía del campo del videoclip musical y que había conseguido una gran reputación en ese género, porque sus vídeos siempre contaban pequeñas historias, en lugar de mostrar a los artistas tocando como se ha hecho en los videoclips tradicionalmente.
Mulcahy le dio a este largometraje un estilo visual de lo más particular, con ángulos de cámara poco habituales, transiciones muy imaginativas entre presente y pasado, y constantes movimientos de cámara, como tomas aéreas desde helicópteros.
Este no se dejaba cohibir por ninguna técnica cinematográfica que le impidiera llegar hasta donde quería y buscaba un estilo visual exótico, tanto en lo relacionado con la cámara, como en la iluminación.




