El payaso tonto
Los payasos tontos, como ocurría en los espectáculos de los Tonetti, se han cansado de recibir bofetones y han empezado a repartir

Ignacio Martínez de Pisón: "Ahora los payasos tontos se presentan ante el electorado y salen vencedores"
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Madrid
En los anuncios de comparadores de precios siempre sale uno listo y uno tonto. El listo, alto y estiloso, ha conseguido pagar menos por cada noche de hotel; el tonto, el que se ha quedado sin rebaja, suele ser fondón y con cara de bobo. Es un poco como lo de los payasos: el payaso listo, el payaso tonto.
El payaso listo resultaba bastante antipático. El payaso tonto, más que simpatía, inspiraba compasión, porque era el que se llevaba los bofetones. Hasta hace poco, la política era el coto privado de los payasos listos, arrogantes y sabelotodos, aunque solo fuera porque nadie votaría a alguien que va de tonto por la vida. Ya no es así.
Ahora los payasos tontos se presentan ante el electorado y salen vencedores. Nigel Farage, agarrado como a una boya a su pinta de cerveza, ganó el referéndum del Brexit. Donald Trump ganó sus presidenciales con sus bailecitos ridículos y la cabeza pintada de naranja. Javier Milei ganó las suyas disfrazado de demonio de Tasmania con el pelazo de Calamaro y la motosierra.
Aunque todavía está lejos de ganar elecciones, el último en sumarse al club de los payasos tontos es el ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben-Gvir, que el otro día repartió pastelitos entre los diputados para celebrar la aprobación de una ley que autoriza a ejecutar palestinos. ¡Hace falta ser tonto para festejar una ley así, que no han necesitado para matar a sesenta y ocho mil palestinos en dos años!
Los payasos tontos, como ocurría en los espectáculos de los Tonetti, se han cansado de recibir bofetones y han empezado a repartir.




