Luis García Montero compara la España de Franco con la actual y no puede ser más rotundo

Madrid

Como estamos en la semana que estamos, voy a recordar la mañana en la que yo, me desperté con la noticia de que Franco había muerto. Y como llevo mucho tiempo preocupado por el deterioro de la democracia y sus debilidades, me animo a recordar la muerte del Caudillo para celebrar en mi mirada todo lo que España le debe a la democracia. Lector de García, preparándome para estudiar en la universidad, miraba hace 50 años un país en el que ser homosexual era un delito. Un país en el que las mujeres no podían vivir con libertad cuando pensaban en el amor o en el trabajo. Un país en el que la prensa publicaba muchas mentiras… Sí, igual que hoy, pero entonces no había libertad para publicar la verdad. Miraba en un país con motivos para envidiar los aeropuertos, los salarios y las costumbres de sus vecinos europeos.

La democracia tiene problemas que no ha sabido solucionar. Pero conviene explicarle a los jóvenes que esos males no son consecuencia de la democracia, y que en la dictadura los males eran mucho mayores en la educación, la igualdad y el futuro. El verdadero compromiso con España no tiene que ver con la nostalgia de ningún autoritarismo, sino con el deseo de exigirle cuentas a la libertad y a sus problemas.

Poner en duda la democracia es algo razonable para los que son millonarios y no quieren pagar impuestos o para los que traen sus fortunas a Madrid, compran viviendas y quieren hacer negocio con ellas. Pero la inmensa mayoría de los españoles y las españolas, aquella inmensa mayoría que cantó el poeta Blas de Otero, necesita la democracia para aprovechar en paz las mejores oportunidades que nos da la vida.