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Entrepreneurosis

Cuando el fenómeno startup cogió vuelo y relevancia social era frecuente escuchar a muchos empresarios de toda la vida decir que ellos preferirían ser emprendedores: la gente los vería por fin como gente que mola y no como codiciosos especuladores. Ahora, cuando vean “Entrepreneurs”, quizás cambien de idea. Siempre es mejor parecer malo que tonto

Cartel de Entrepreneurs

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Madrid

Rober Bodegas y Alberto Casado, los componentes de Pantomima Full, llevaban muchos años retratando en sus sketches a esos arquetipos de la vida moderna e hiperventilada con los que nos cruzamos cada día mientras nos preguntamos si van en serio (y también si no seremos uno de ellos que se niega a reconocerlo). Lo hacían desde los márgenes de la industria audiovisual y con un humor amable pero certeramente corrosivo. Ahora han reunido a muchos de esos personajes en una serie, “Entrepreneurs”, producida por una de las grandes plataformas y bajo la dirección nada menos que de Alex de la Iglesia. Por suerte, el salto al gran formato no ha disminuido la acidez de su mirada, ni su habilidad para condensar en una sola frase la estrecha línea roja que hay entre una idea brillante y una hilarante estupidez.

El mundo del emprendimiento tecnológico y de las startups ha tenido unas cuantas aproximaciones desde la ficción audiovisual, aunque a menudo con un tono más cerca de la épica o la intriga que de la comedia. Una poderosa excepción fue la serie “Silicon Valley”, que adoptaba una visión sarcástica, aunque no disparatada, porque muchas de las ocurrencias increíbles de sus guionistas estaban muy cerca de la realidad sobre lo que ocurría en The Valley.

“Entrepreneurs” es más casera, situada en una incubadora de empresas en la que se puede reconocer cualquier de los centenares de centros de este tipo que hay en nuestro país. Pero sus caracteres, su lenguaje y sus ambiciones son universales.

El emprendimiento -perdón, el entrepreneurship- era un campo abonado para el humor, la sátira y la pantomima. La obsesión por revestir la creación y desarrollo de una empresa de una jerga rimbombante y americanizada y de inflar cualquier intervención con grandes invocaciones aspiracionales lo pone fácil. En todo caso, siempre es muy sano que venga el humor a rebajarnos los humos.

La revolución tecnológica que vivimos lleva más de tres décadas abriendo oportunidades para crear nuevas empresas de rápido crecimiento partiendo prácticamente desde cero y con un equipo talentoso. Ha inspirado a una generación para considerar si no podrían vivir de su propio proyecto empresarial y cómo acelerar su desarrollo mucho más deprisa que los negocios tradicionales. Todo ello son valores que, para una economía como la española que aún no ha culminado su modernización en algunos aspectos, resulta de enorme interés. Incluso ha hecho reaccionar a algunas grandes corporaciones, que finalmente han entendido que una forma mucho más rápida de innovar en sus productos y servicios y de adoptar deprisa los cambios tecnológicos es colaborar y financiar a startups especializadas. De ahí la profusión de esquemas de apoyo al emprendimiento que han surgido en todas las esquinas de nuestras ciudades.

¿Podemos reírnos de ello? Reírse siempre es sano, en cualquier ocasión. Y el sector del emprendimiento también lo necesita para volver a pensar si es necesario un neolenguaje para hablar de fenómenos que ya existían en el ámbito empresarial y tenían su propio vocabulario. Para moderar las expectativas de quienes empiezan pensando que cazarán un unicornio (empresas valoradas en más de mil millones de euros) y terminarán, en su inmensa mayoría, sobreviviendo como autónomos en una interminable precariedad. Para ver que hay muy poca separación entre un equipo ultramotivado desarrollando un proyecto visionario y una explotación laboral que sería inaceptable en otras actividades.

Cuando el fenómeno startup cogió vuelo y relevancia social en España era frecuente escuchar a muchos empresarios de toda la vida decir que ellos preferirían ser emprendedores: la gente los vería por fin como gente que mola y no como codiciosos especuladores. Ahora, cuando vean “Entrepreneurs”, quizás cambien de idea. Siempre es mejor parecer malo que tonto.

José Carlos Arnal Losilla

José Carlos Arnal Losilla

Periodista y escritor. Autor de “Ciudad abierta, ciudad digital” (Ed. Catarata, 2021). Ha trabajado...

 

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