Maruja Torres: "El Partido Popular tiene un problema, aparte de con la verdad, con la espalda"

Madrid

El Partido Popular tiene un problema, aparte de con la verdad, con la espalda. Lo comprendí el lunes cuando el muy en funciones president de la Generalitat de València declaró ante la Comisión del Congreso que posiblemente había guardado en la mochila el móvil, ese artilugio del que en el día de la tragedia dependían vidas y haciendas de su comunidad. Una mochila que, presumo, se echó luego a la espalda, junto con la preocupación que debería haber sentido por la suerte de sus conciudadanos.

No bastó con esta lección de anatomía práctica. Recibí otra, horas más tarde por el alcalde popular de Alpedrete (Comunidad de Madrid, no digo más) que se negó a calificar de violencia doméstica el asesinato de una mujer a manos de su marido. Motivo: que el tipo se encontraba muy mal, sí, muy mal de la espalda. Cincuenta puñaladas le asestó el esposo a su víctima. Casi dos por cada vértebra. No debió de funcionarle mejor que el Enantyum, porque después (y hay que recalcarlo: siempre es después) se suicidó.

El edil se disculpó de sus palabras con esa excusa tan falsa que ya hiede: "Por si alguien me ha interpretado mal". Qué va, hombre. No se preocupe, que lo hemos interpretado correctamente. Andan los del PP, desde que se hicieron amiguitos de su camada escindida color verde vómito, muy ajetreados con las palabras, pues quieren hacer ver que no son lo mismo que los otros mientras siguen convenciendo a los otros de que son lo mismo que ellos. Y así es como la espalda se les va haciendo chepa, y los otros se les van subiendo. Qué digo, subiendo. Están saliendo, reventando las espaldas al estilo del Alien de la peli y mostrando la verdadera cara de unos y otros.