Aroa Moreno, escritora: "Si no contamos la memoria, la Historia se queda llena de agujeros"
Daniel es el alias de José Humberto Francisco Baena Alonso, militante del Frente revolucionario Antifascista y Patriota (El FRAP), que fue ejecutado el 27 de septiembre de 1975 con solo 25 años

Aroa Moreno Durán nos pone frente a los últimos fusilados del franquismo
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Aroa Moreno Durán ha vuelto a los vacíos de la historia con su nueva novela. Tras los éxitos de La hija del comunista (2017) y La bajamar (2022) tiene claro cuál es su camino y no se ve ni escribiendo ciencia ficción ni novelas románticas por mucho que su entorno le diga de vez en cuando que "para cuando una historia más alegre". Este viernes se lo contaba a Àngels Barceló y a Antonio Martínez Asensio en la Biblioteca de Hoy por Hoy: "Si no contamos la memoria, la historia se queda llena de agujeros". Y en el final del franquismo y la transición española, que no fue tan perfecta, hay muchos.
El último hueco lo encontró muy cerca de casa. Corría el año 2020, en plena pandemia del coronavirus. Una tarde decide dar un paseo por el monte con su hijo de cuatro años, a un encinar cercano a su casa, en Hoyo de Manzanares (Madrid). Se trata de un espacio que formaba parte de su vida, de su niñez y juventud también. Había paseado por allí miles de veces. Pero aquella tarde le sorprendió una ráfaga de tiros. Se asustó y los disparos siguieron. Echó a correr asustada, con su hijo en brazos. Al llegar a casa buscó en internet si por allí había algún coto de caza y lo que descubre en Google Maps es la existencia de un campo de tiro militar, El Palancar, perteneciente a la Academia de Ingenieros del Ejército.
Pero el día no queda aquí. Esa misma tarde le llama el director de la revista Tinta Libre y le pide que le haga una carta abierta a un ex militante del FRAP (Frente revolucionario Antifascista y Patriota). De pronto recuerda que tres de los últimos fusilados del franquismo pertenecían a este grupo marxista leninista. Vuelve a entrar en internet y no se lo podía creer. Aroa Moreno Durán descubre que aquellas víctimas del franquismo fueron ejecutadas justo en el campo de tiro del que acaba de huir asustada con su hijo.
Había vivido al lado de un lugar clave de la historia más reciente de España y no lo sabía. La noticia apela a su propia memoria y le impresiona. "Es vivir sin saber algo que ocurrió en ese lugar donde tanto has paseado y te has divertido, que está al lado de casa", ha contado, y lo peor es que si le pasa a ella, una persona muy interesada en la memoria histórica, "qué sabrán el resto de vecinos que viven al margen". Aroa descubre que un cura que fue su profesor en el colegio les dio la extremaunción a los tres fusilados. Tampoco lo sabía y eso explica muchas cosas de lo que hoy ocurre con los más jóvenes, que no conocen la historia porque nadie se la ha contado, porque se ha silenciado lo que molestaba.
Aroa Moreno Durán, a partir de esta situación cotidiana y el encargo periodístico, se mete de lleno en la historia de su última novela Mañana matarán a Daniel. Además de José Umberto Baena Alonso, alias Daniel, en ese fatídico campo de tiro de Hoyo de Manzanares también fueron fusilados la mañana del 27 de septiembre de 1975 otros dos miembros del FRAP: José Luis Sánchez-Bravo Solla, alias Hidalgo y Ramón García Sanz, alias Pito. Los tres fueron acusados de participar en los asesinatos de un policía nacional y un guardia civil.
Detenidos en el verano de 1975, fueron torturados salvajemente en la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol. Como tantos otros presos del franquismo, pero en sus casos con especial saña. El régimen quería demostrar que seguía fuerte, pese a la debilidad del dictador. Como decía el escritor Rodrigo Rey Rosa, "un Estado frágil necesita el terror para sobrevivir". Y, aunque seguro que no leyeron al escritor guatemalteco, es algo que tenían claro los comisarios Roberto Conesa y Antonio González Pacheco, Billy El Niño, los dos torturadores más sanguinarios y crueles del franquismo. Se cebaron con ellos para obtener declaraciones autoinculpatorias y facilitar la condena a los jueces.
En septiembre de 1975 llegaron las condenas a muerte. La presión internacional fue brutal, pero el franquismo no cedió. Ni ante las peticiones de la Conferencia Episcopal Española y la Santa Sede. Los cinco últimos condenados a muerte debían servir de ejemplo y propaganda para hacer ver dentro y fuera de España que el régimen continuaría más allá de la vida del dictador Francisco Franco. Se incumplieron hasta las leyes más elementales de la dictadura para que las ejecuciones no fuesen públicas y se llevasen a cabo sin información y con nocturnidad. Nadie sabía donde los ejecutarían, ni los familiares ni periodistas que llegaron a Hoyo de Manzanares siguiendo las comitivas militares que partieron la noche antes de la cárcel de Carabanchel.
Aroa Moreno Durán ha centrado su novela en los tres condenados del FRAP, había otros dos de ETA que fueron ajusticiados en otro lugar. Se centro en José Humberto, Ramón y José Luis por la cercanía vital a los hechos. Se ha centrado sobre todo en José Umberto Baena Alonso, alias Daniel "porque es la historia que tiene más fisuras y todo apunta a que no participó en los asesinatos" y además "porque, como a ella, le gustaba escribir".
"Daniel" escribía poemas, relatos y cartas preciosas a su familia. De hecho, el libro termina con un relato del asesinado titulado El reloj, en el que habla del momento en que se le paró su reloj cuando le detienen en la Calle Barceló de Madrid. De ese texto, Aroa destaca esta frase del joven gallego de 25 años: "Así como se paró mi reloj, mi corazón también se parará". Brutal.

Pepe Rubio
Redactor guionista de Hoy por Hoy. Llevo a antena las secciones "Desmontando mitos" , "Viaje de ida"...




