Alta velocidad

Barcelona

Yo estoy a favor del tren de alta velocidad, también llamado AVE. Lo digo de entrada, para que nadie sospeche que estoy en contra. Criticar el AVE, en España, es como una blasfemia.

Tampoco estoy en contra del progreso. Todo lo contrario. Si el AVE puede ir más deprisa, que vaya. 350 kilómetros por hora entre Madrid y Barcelona me parecen pocos. Ya están tardando en cambiar las traviesas de la vía por esa nueva maravilla que llaman aerotraviesas, como una peli porno cutre sobre azafatas. Es más: espero con ansia la teletransportación.

A nuestra devoción por el AVE le veo solamente dos problemillas. Uno, que instalar un tendido de alta velocidad es demasiado caro. Otro, que es demasiado barato. No, no estoy más tonto de lo habitual. Dejen que me explique.

Cada kilómetro de vía cuesta una media de casi 18 millones de euros, que no está mal. En el caso de la línea Madrid-Valladolid, el precio subió a los 24 millones. Hablamos de bastante dinero, y quizá el país no ande tan falto de otras prioridades.

Pero resulta que en casi todos los demás países el kilómetro de vía sale muchísimo más caro. Cuatro o cinco veces más caro. ¿Saben por qué es tan barato en España? Porque, pese a las corruptelas que suelen rodear estos asuntos, los terrenos que atraviesa el AVE no cuestan casi nada. La alta velocidad vuela sobre grandes espacios vacíos. Que van quedándose más y más vacíos mientras ven pasar de largo, como rayos fugaces, esos trenes tan rápidos.

Me pregunto si no sería mejor equilibrar las cosas, y que no hubiera tanta España vacía entre las estaciones del AVE. Me refiero a facilitar, por ejemplo, el transporte entre pueblos, entre ciudades pequeñas y, ya puestos, entre Extremadura y el resto del mundo. Lo digo porque luego nos quejamos de que los bosques se abandonan, y arden.

En fin, da un poco igual, porque a 350 kilómetros por hora no veremos ni la soledad de tantos conciudadanos ni los montes carbonizados.

Me llamo Enric González. Les deseo un veloz fin de semana.