Los carteros

Barcelona

Los carteros son como Teruel, conocen el frío y también existen. Los carteros llevan cartas, aunque las cartas ya no se lleven. Ahora, los ponen a llevar certificados. Pero lo que se certifica a todas luces es que los jefes de Correos priorizan el reparto de paquetes de Amazon, y de otras apisonadoras comerciales, en detrimento de los paquetes que envían las pequeñas librerías y los comercios modestos. Y por tal motivo, cada vez dejan más en el buzón el aviso para ir a recoger los paquetes no amazónicos, en vez de entregarlos en igualdad de condiciones. A diferencia de los amantes de Teruel, el cartero sufre un amor no correspondido, y por eso se debilita la correspondencia. Del mismo modo que están desmantelando, cada vez más, la enseñanza y la sanidad públicas, también se desmantela el servicio público de Correos. Esto lleva a que hoy a un solo cartero, o a una sola cartera, les toquen más calles que pacientes a un médico de cabecera en temporada de gripe. Parece una exageración, pero es que las calles son más largas que los pacientes. Las calles tienen muchas porterías, y cada portería tiene muchos buzones, y en cada buzón están escritos los nombres de pacientes ciudadanos que esperan algo que no les llevan, porque se pervierte la hermosa profesión de los carteros. No ha habido nada más parecido a un médico de familia que un cartero. El cartero hablaba con la gente que vivía en las casas, les llevaba la paga a los viejos y, en vez de conocer todos los músculos del cuerpo humano, se sabía de memoria los ocho mil pueblos de España. Los carteros son portadores de palabras; por eso un cartero siempre estará más cerca del Ministerio de Cultura que del Ministerio de Transportes, del mismo modo que Miguel Strogoff, siendo un correo, se convirtió en una obra literaria.