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Daniel Kehlmann: "Creo que Donald Trump envidia a Hitler, le gustaría ser él por la eficiencia y rapidez con las que convirtió a Alemania en una dictadura"

'El director' es una de los mejores libros de 2025 y Kehlmann uno de los escritores más exitosos de la literatura alemana contemporánea. Nos cuenta la historia novelada de Georg Wilhelm Pabst, director de cine austríaco, apodado "el rojo", que acabó trabajando para los nazis, rodando películas bajo el Tercer Reich

Daniel Kehlmann: "Creo que Donald Trump envidia a Hitler, le gustaría ser él por la eficiencia y rapidez con las que convirtió a Alemania en una dictadura"

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Daniel Kehlmann (Múnich, 1975) es doctor en Filología germánica. Su obra ha recibido prestigiosos galardones, como el Premio de Literatura de la Fundación Konrad Adenauer, el Premio Kleist, el Candide, el Thomas Mann y el Frank-Schirrmacher, entre otros. Su libro La medición del mundo ha sido la novela más exitosa de la literatura alemana contemporánea después de El perfume.

Cubierta de 'El director', de Daniel Kehlmann

Cubierta de 'El director', de Daniel Kehlmann / Random House

Cubierta de 'El director', de Daniel Kehlmann

Cubierta de 'El director', de Daniel Kehlmann / Random House

El director, editada en España por Random House, dos años después de su publicación en Alemania, es uno de los mejores libros que hemos leído este 2025. En él nos cuenta la fascinante historia de G.W. Pabst, uno de los más grandes directores de cine, quizás el más grande de su época. Un leve expresionismo estuvo presente en su obra pese a su marcado realismo, que era efecto de su experiencia teatral, de sus ideas y de la llamada "nueva objetividad".

Su novela se titula Lichtspiel, juego de luces en alemán. En España, editado por Random House, se titula El Director, Der Regisseur. ¿Qué le parece este título alternativo?, ¿qué importancia o qué significa ese juego de luces en esta historia tan cinematográfica?

Sí, el título alemán es, en realidad, intraducible, y por eso utilizamos «el director» en la mayoría de las traducciones, porque Lichtspiel (LISHTSPIL) significa literalmente «juego de luces», pero también es una palabra antigua para «cine». Una palabra que todavía le resulta familiar a la mayoría de la gente. La mayoría de los lectores alemanes, cuando ve el libro titulado Lichtspiel, sabe que trata sobre cine. Pero eso no funciona en ningún otro idioma. Y El Director es un título simple y claro. Y siempre me gusta que los títulos digan exactamente de qué trata el libro y trata sobre un director, así que creo que esta decisión de los editores es la correcta.

El director es Georg Wilhelm Pabst, un gran maestro, una leyenda del cine, como recuerda en esta novela. El descubridor de Greta Garbo en Bajo la máscara del placer (Die Freudlose Gasse).

Las películas alemanas trataban de dragones y vampiros y fantasmas y sombras románticas, pero no de muchachas que vendieran su cuerpo para no morirse de hambre, ni de la inflación, ni de gente desesperada en una calle de Viena. Él apostó, además, por contratar a una actriz sueca. ¿Cómo de revolucionario, visionario o contracultural era el cine de Pabst hace justo un siglo?, ¿qué le fascinó de su figura o de su cine?

Desde un punto de vista artístico, Pabst defiende precisamente este paso, en el que el cine mudo alemán, y más tarde también el cine sonoro, termina con esta estética expresionista romántica, se podría decir que gótica, que imperaba. Pabs se centra en los problemas sociales y en un cierto realismo. Las películas con las que se hizo famoso, como 'Bajo la máscara del placer' y después 'La Caja de Pandora', son películas de realismo social. Por supuesto, todavía muy influenciadas por el estilo romántico de las primeras películas mudas. Pero suponen un verdadero cambio de estética. Aunque lo que realmente me fascinó y por lo qué escribí sobre él no fue su contribución a la historia del cine, sino el hecho de que fuera a Hollywood, regresara y fuera el único de los grandes artistas de Alemania que dio este paso atrás y rodó películas bajo el régimen nazi. Me pareció una historia tan asombrosa, tan extraña, desconcertante e inusual, que pensé que me gustaría escribir una novela sobre ella.

Pabst probó suerte en Hollywood, después de que llegaran los nazis al poder, pero no salió bien. Fue a Francia a rodar, tuvo que regresar a Austria para cuidar a su madre enferma, estalla la Segunda Guerra Mundial, cierran las fronteras, sufre un accidente al caer de una escalera y se queda atrapado bajo el Tercer Reich. Usted ha mezclado su historia real con ficción. Incluso este relato de Pabst es cuestionado al final del libro. ¿Qué hay de cierto y qué ha fabulado en El director?

El libro es una novela, no es una biografía. Se basa en lo que sabemos sobre la vida de Pabst en estos años y sus decisiones. Pero no sabemos mucho. Y todo es ficticio. Bueno, yo diría que como novelista, cuando inventas cosas sobre alguien que realmente vivió, independientemente de si se trata de alguien de la época de la Antigua Roma o de alguien que vivió hace 20 años, para que tenga sentido, tienes que limitarte a inventar dentro del ámbito de lo posible, por así decirlo. Tienes que inventar cosas que te hagan sentir que podría haber sido así. Y eso es todo, es una especie de novela sobre lo que podría haber sido, lo probable, lo posible. La novela es el arte de lo posible. Espero, por supuesto, que alguien escriba pronto una biografía, una biografía científica sólida sobre Pabst y, por supuesto, me encantaría leerla.

Jakob, el hijo, es un personaje inventado. Su historia, en las Juventudes Hitlerianas, y la de la relación con su madre Trude, me ha gustado especialmente. ¿Por qué ha inventado a este personaje?, ¿cómo ha sido recibido por parte de la familia? y ¿cómo es esa relación familiar en un contexto tan polarizado?

De hecho, Pabst tuvo un hijo de la edad de Jakob, que se llamaba Peter y al que se trajo de Hollywood y que luego fue a una escuela nazi alemana, el internado de Salem. Pero sabemos muy poco sobre Peter en estos años y por eso cambié su nombre, para que quien lo busque en Wikipeadia o donde sea, vea que es ficticio. Porque sabemos muy poco, a excepción de algunos datos generales sobre la vida del hijo de Pabst. Para contar su paso por la escuela con los nazis, usé recuerdos de mi padre. Mi padre nació en 1927 y me contó lo que sentía al ir a la escuela bajo los nazis, en un sistema tan caracterizado por la violencia. La violencia entre estudiantes, pero también una violencia que alentaban e incitaban los profesores, porque querían educar a los jóvenes, en particular, como personas violentas y brutales, que era la idea que tenían de cómo debería ser el pueblo alemán. Y tenía muchas ganas de retratar en esta figura del hijo cómo un niño superdotado perece al ser sometido a este sistema escolar nazi. Pero no perece por ser oprimido, sino por convertirse en el agresor de este sistema. Está de acuerdo con el hecho de que en este sistema haya que usar la fuerza. Crece con ello y, de hecho, se convierte en un joven nazi que también cree en el pueblo y en el Führer. Y después de la guerra, el talento artístico que tenía, desapareció. Hay algo en él que se rompe emocionalmente. Y esa es, de hecho, la historia verdaderamente trágica que cuento en el libro, la del hijo de Pabst. Y ese también es su mayor defecto, el mayor defecto del Pabst, que no ayuda a su hijo y lo somete a este sistema.

De haber emigrado a Inglaterra, ¿quién les habría asegurado que no corrían el mismo peligro? De haberse quedado en Francia, igualmente estarían bajo la ocupación alemana. De no haber vuelto de Estados Unidos, Jakob estaría en el ejército americano. ¿Podemos entender la decisión de quedarse en un contexto tan complicado?

Eso que dices es una cita del libro y es lo que Pabst se dice a sí mismo, pero nos decimos todo tipo de cosas para asegurarnos de los errores que cometemos. Eso que dice Pabst no es cierto, hubiera sido mucho mejor quedarse en Estados Unidos, incluso si su hijo hubiera tenido que entrar en el ejército estadounidense en lugar de en el ejército alemán. Habría sido mucho mejor, por supuesto. Es mucho mejor estar en el ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Moralmente mejor, mejor en todos los sentidos que en el ejército de Hitler.

Tenía que hacer películas. No quería otra cosa, no había nada más importante para Pabst. El régimen nazi, como los hoy herederos de la extrema derecha, siempre se han interesado por la cultura. Le ofrecen un sanatorio para su madre, con todos los gastos pagados. Rodar películas, asistencia médica para su dolencia, cambiarse de piso. ¿En estas circunstancias, podemos entender que lo aceptara? ¿Todos tenemos un precio?

Todo lo que puedo decir es que espero que no. Espero que no. Creo que hay personas que son completamente rectas desde el punto de vista moral, que no están a la venta y que no pueden dejarse llevar ni comprar por pequeñas promesas. Pero solo sabremos si estamos entre ellos cuando nos ponen a prueba, por así decirlo. Cada uno de nosotros solo podemos esperar a que, cuando nos pongan a prueba, tomemos las decisiones correctas. Y la mayoría de nosotros probablemente no lo haremos. Pero hay personas que no se agachan y las admiro con razón.

"Lo más importante es hacer arte en la situación que te ofrecen", dice Pabst. Pero algunas de esas personas moralmente rectas, como dice, podrían ser el músico catalán Pau Casals, a quien presionaron para tocar para Hitler, dijo que no. Marlene Dietrich tampoco volvió a Alemania, a pesar de las presiones del régimen. ¿Fueron más valientes y ejemplares o esto solo podemos afirmarlo con la distancia temporal, con el paso de los años?

No lo creo. Hay mucha gente que se facilita un poco las cosas diciendo siempre quién sabe lo que habría hecho yo. Por supuesto, como he dicho, ninguno de nosotros sabe lo que habríamos hecho, pero siempre deberíamos decir también, eso sí: espero haber hecho lo correcto. De hecho, es muy obvio y también lo era entonces, que Marlene Dietrich se comportó de manera impresionante y muy correcta. El otro gran actor alemán que protagonizó con ella la película El ángel azul, Emil Jannings, se quedó con los nazis y rodó allí películas de propaganda muy malas. ¡Y es muy evidente quién se ha portado mejor aquí! En el caso de Pabst, es un poco más complicado porque nunca tomó la gran decisión de volver atrás, por así decirlo, sino muchas pequeñas decisiones equivocadas, por las que de repente se encuentra en la Alemania nazi. Y luego se ve obligado a hacer películas y solo quiere hacerlas bien. Eso también me fascinó mucho de la historia de Pabst, precisamente por lo difícil desde el punto de vista moral. Otros casos, como el de Emil Jannings, que hizo películas de propaganda para los nazis como actor, es mucho más fácil de juzgar. Y las novelas siempre se escriben cuando uno se encuentra en las zonas morales más oscuras y complicadas. Donde no todo está claro. Creo que las mejores novelas se escriben ahí.

De películas realistas y sociales que hacía a los guiones de obras de Alfred Karrasch que le ofrecen. ¿Mantuvo Pabst de alguna forma su independencia, su espíritu, sus valores o acabó sucumbiendo al régimen nazi?

En mi novela, al final fracasa por completo desde el punto de vista moral, porque para la tercera película que rodó bajo el régimen nazi, para él es importante terminarla y le resulta difícil conseguir extras. Así que utiliza como extras a reclusos del campo de concentración de Theresienstadt, algo que se hizo varias veces en la industria cinematográfica nazi. Pero que Pabst ruede una película, que es una obra maestra artística, utilizando extras del campo de concentración, es inaceptable. En realidad es ficción, porque no sabemos casi nada de lo que ocurrió durante el rodaje de la última película, que en mi novela es un fracaso completo. Por lo poco que se sabe, Pabst se hizo pocas preguntas, aunque no hay nada que sugiera que el fracaso moral y artístico fuera tan grande como en mi novela. Para eso están las novelas, para llevar las cosas al extremo, forma parte de la narración.

Ahí quiero ir. Rodando con Leni Riefenstahl, Pabst se preguntaba de dónde sacarían a tantos extras, a tantos hombres, teniendo en cuenta que casi todos los jóvenes estaban en el frente. Cuando descubren que provienen de campos de concentración, dicen que "no podemos hacer nada, que tampoco hemos dado la orden nosotros, no podemos impedirlo, no tenemos nada que ver con ello". Esto me recuerda a la obra Blaubeeren, de Moisés Kaufmann y Amanda Gronich, adaptada en España por Sergio-Peris Mencheta y donde todos los trabajadores del resort vacacional que crearon en Auschwitz sabían lo que pasaba, pero nadie se sentía responsable de las decisiones tomadas. ¿Fue Pabst corresponsable, complaciente, cómplice con lo que estaba pasando? Aunque el arte perdure, ¿no ha quedado manchado de sangre?

Bueno, por supuesto que sí. La película en la que Leni Riefenstahl usó extras de un campo de concentración, 'Tierra baja', es tremendamente mala. Es horrible, lo que también lo hace más fácil desde el punto de vista moral, porque si hubiera sido una gran película, ¿qué nos estaríamos preguntando? ¿Sería eso posible? Personalmente, no creo que eso sea posible en absoluto. Una película producida en esas circunstancias está contaminada. No quiero revelar el final de mi libro, pero en mi novela Pabst rueda otra película, con extras de un campo de concentración, que es una obra maestra, aunque esa película nunca se proyecta. El caso Molander, que es la última película que Pabst hizo en el Tercer Reich y que ha desaparecido. Hay alguien en la novela que decide que esta película debe desaparecer y decide que desaparezca por razones morales. Y no quiero revelar quién es ahora, porque es el último giro de la novela.

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El caso Molander se rodó durante la guerra, se terminó de rodar en agosto del 45 en Praga y el material se perdió. Este misterio, esta duda sobre si se rodó o no, es uno de los motores de la novela. ¿Usted qué cree o qué sabe de esta desaparición? ¿Fue quizá su mejor película? ¿La podremos ver algún día?

No lo creo. Creo que lo que realmente pasó, en primer lugar, es que no fue una obra maestra. Probablemente ni siquiera fue una buena película, porque está basada en una novela tremendamente mala. Yo lo que he leído son las notas de producción que Pabst escribió en su calendario durante el rodaje. Puedes leerlo en el archivo. Y no tenía ninguna ambición artística, la filmó con apatía y alegría y, desde luego, no resultó una película particularmente buena. Luego dejó Praga mientras montaba la película porque el Ejército Rojo se acercaba a Praga y se fue a Viena y dejó el material abandonado, nunca le volvió a interesar. Como he dicho, todo en la novela es un poco más interesante y emocionante de lo que fue en realidad. Y el material cinematográfico probablemente se quemó durante la agitación de las últimas semanas de la guerra en Praga. En cualquier caso, nunca volvió a aparecer. Si vuelve, creo que la gente que lea mi novela se sentiría decepcionada si la viera, porque, por lo que sabemos, en realidad no era una obra de arte.

Pabst insiste en que no es un hombre político, "me limito a hacer películas trepidantes, policíacas, de aventuras", dice Pabst. ¿Todo cine es político? ¿También las películas de vampiros, como M de Fritz Lang, que al final hablaba del ascenso del fascismo?

Bueno, también es importante decir que esa frase que citas, Pabst se la dice a un agente fronterizo y es claramente una mentira. Él en aquel entonces era conocido como el más político de los grandes directores de cine, pero hay que entender esta situación ante un oficial fronterizo alemán. No creo que todo el cine sea político ni entonces ni ahora, hay comedias completamente apolíticas, pero Pabst no las apoyaba. Pabst era partidario de las películas comprometidas con la sociedad, y por eso lo llamaban Pabst el rojo en todas partes. Por eso es todavía más sorprendente o interesante que rodara películas para Goebbels.

Esto de "hacemos películas y no política" es una frase que muchas estrellas de Hollywood siguen repitiendo hoy en día. Algunos, como Woody Allen, para no condenar el genocidio en Gaza, por ejemplo. ¿Son cobardes?

Depende de la situación. Un ejemplo que realmente me molesta es el de Taylor Swift, por ejemplo, que ha apoyado arduamente a los demócratas y, de repente, no dice nada en contra de que Trump y su gente usen su música en vídeos, y ella podría evitarlo. Hubiera estado perfectamente bien que Taylor Swift dijera en 2010 que no le interesaba la política, pero que se dé cuenta ahora de que no le interesa la política, está mal. Es desalentador y también cobarde, como si no tuviera nada de qué preocuparse, que es lo que significa decir que no tengo nada que ver con la política. A un artista se le debe permitir eso, el ser poeta y escribir solo poemas hermosos sobre árboles, hierba y flores. Puedes hacerlo, está bien. Pero cuando el estado se convierte en una dictadura y alguien dice que no tiene nada que temer ni pronunciarse, entonces creo que podemos juzgar a esa persona de manera muy negativa.

A Pabst lo llaman el rojo, como ha advertido hace un rato. Hoy "rojo" en España, 50 años después de la muerte de Franco, y en buena parte del mundo occidental, es un insulto. Rojo o comunista. ¿Cómo conecta esta historia con nuestro tiempo? ¿Vivimos tiempos prebélicos, con demasiados gobiernos autoritarios y la extrema derecha tocando poder? Tiempos en los que, de nuevo, la amabilidad y la educación son un signo de debilidad.

Sí, creo que todo está relacionado con las redes sociales e Internet. Todos estamos controlados por los algoritmos de las redes sociales. A través de TikTok, Twitter, por supuesto, pero también de YouTube. No debemos olvidar eso. Y los algoritmos han aprendido a mostrarnos a todos qué es lo que más nos enfada. Como resultado, en el centro de nuestra sociedad, tenemos esta maquinaria, que promueve constantemente la división social, la ira y el enfado mutuos y difunde información falsa. Y ese es realmente el desastre que hemos creado, y creo que si finalmente regulamos, regulamos de manera efectiva, los algoritmos de las redes sociales, facilitaría mucho la solución de problemas como la división en nuestra sociedad y también de la ira que los distintos grupos sienten unos contra otros. Pero ahora mismo, parece que esto está lejos de suceder. No tengo mucha idea de regulación de algoritmos, pero cada vez me siento más desesperado. Si pensamos en por qué todos están tan enojados unos con otros hoy en día, en por qué la gente vota en un número tan grande a partidos que no representan en absoluto sus intereses y en por qué se produce esta radicalización general de la sociedad, tenemos que ver qué ha sucedido en los últimos 15 años. Lo que no existía antes y lo que hay ahora. Y la respuesta son las redes sociales.

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A Donald Trump y su gobierno, que se salta toda la jurisprudencia internacional, que tiene violentadas a las calles, persiguiendo y muchas veces apaleando a personas, se le compara con Hitler. ¿Qué lecciones podemos extraer de esta historia o por qué repetimos los mismos errores?

Lo más interesante siempre es tratar las cosas de manera específica, así que he intentado describir en mi novela, de una manera específica y precisa, cómo era vivir en el Tercer Reich. Además, cuanto más preciso y específico seas sobre las circunstancias reales de la historia sobre la que escribes, más aprenderás de ella. Y yo he aprendido, por ejemplo, que creo que a Donald Trump le gustaría mucho ser Hitler. Creo que envidia a Hitler por la eficiencia y la rapidez con la que convirtió a Alemania en una dictadura. Es una de las cosas que he aprendido al tratar estos temas, que los nazis eran mucho más rápidos y eficientes que Trump en Estados Unidos. Y eso es tranquilizador, porque te das cuenta de que, aunque está intentando transformar Estados Unidos en una dictadura, por supuesto, no está funcionando, ni de lejos, tan bien como funcionó bajo los nazis y como muchas personas que rodean a Trump desearían que fuera. Por lo tanto, la historia con frecuencia hace que uno se preocupe por lo que está pasando, pero elimina también la sensación de pánico.

"La de director de cine era, al fin y al cabo, una profesión extraña. Se era artista, pero no se creaba nada, sino que se dirigía a la gente que creaba algo, se organizaba el trabajo de otros que, bien mirado, tenían más talento", escribe. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?, ¿es más valioso el trabajo creativo de un escritor, de un pintor o compositor que el de un director de cine?

No, no diría eso, pero lo que pasa es que hay creadores cuya creatividad consiste en coordinar a otras personas. Un director de orquesta, por ejemplo. Pero tampoco se puede decir que lo que hace un director de orquesta es menos valioso que lo que hace un pianista. Un pianista o un trompetista es alguien que toca un instrumento y el director toca la orquesta. Me parece notable e interesante, pero eso no está vinculado a una valoración.

¿Quién recuerda hoy a estos grandes cineastas, quién ve estas películas de hace cien años en este siglo XXI de TikTok, Instagram y Youtube?

Solo unas pocas personas están interesadas, por supuesto, pero lo que más me asusta es que ahora también está ocurriendo con la próxima generación de cineastas. Incluso los jóvenes apenas ven y apenas conocen a Fellini e Ingmar Bergman. Hoy la fama es eso, un director es solo un nombre muy conocido, como Fellini, pero las películas ya no están presentes, no las recordamos. Me sorprende, pero es un hecho. El cine también es un medio que olvida su propia historia muy rápidamente.

Una última pregunta. "Los libros, cuando los lees en un tren, siempre pasa una cosa muy rara: se vacían. Las palabras dejan de significar algo". ¿No recomienda leer El director en un tren?, ¿ha querido introducir elementos de humor en una historia tan dura en realidad?

No, solo quería escribir sobre cómo es cuando eres joven y viajas en tren y estás tan aburrido. Así que también es un recordatorio personal. Mi padre siempre me decía que leyera un libro para que el viaje en tren no fuera aburrido. Y eso no funcionó cuando era niño y, sinceramente, no me funciona tampoco hoy. Prefiero ver series de televisión en el tren.

 

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