Nació en el Mediterráneo

Barcelona

Hace treinta años nació -como Serrat- en el Mediterráneo. Con una declaración solemne, la de Barcelona. Que pretendía coser las dos riberas del viejo mar: el Norte europeo y el Sur africano. Y los dos extremos, de Algeciras a Estambul.

La Unión por el Mediterráneo no ha logrado todavía la integración económica de comercio libre entre tantos países, y de cohesión y apoyo mutuo, que pretendía. Pero ha dado pasos en esa dirección, sobre todo en la mejora de las relaciones comerciales. Y sigue en ello.

Los 43 ministros de los gobiernos ribereños (entre ellos, todos los de la Unión Europea), y otros dirigentes de instituciones implicadas han conmemorado hoy la iniciativa que lanzó desde la Comisión Europea el español Manuel Marín, de la manera a la vez más modesta y eficaz posible: con el lanzamiento de un nuevo programa. Se llama Pacto por el Mediterráneo y comprende 100 actuaciones concretas, más prácticas que solemnes.

Tratan de la educación, como crear una Universidad Mediterránea con estudiantes de todas las naciones implicadas; o la cooperación en tecnología limpia; o la preparación conjunta de planes contra catástrofes naturales…

Lo más sorprendente de esta movida es que pervive frente a guerras, como la de Gaza o las de Libia; frente a una gran brecha económica entre el Norte y el Sur; y ante continuos conflictos migratorios.

Y atención, es el único, el único, el único hilo de comunicación institucional permanente entre israelíes y palestinos. Que, pese a todo, siguen reuniéndose y participando en planificar planes conjuntos, sobre la gestión del agua o sobre la mejora de las comunicaciones. La vida, contra la muerte.