Una cárcel con nombre de parador
Ayer parece que España hubiera ido a renovar sus clichés como quien renueva el DNI
Ignacio Peyró: "Una cárcel con nombre de parador"
A finales de los años cincuenta, el pueblito madrileño de Chozas de la Sierra decidió, con una sensibilidad pionera para eso que los bobos llaman el naming, cambiar su nombre por el de Soto del Real. La nueva denominación tenía no sé qué ringorrango aristocrático capaz de camelar a todos aquellos que buscaban una segunda residencia fuera de Madrid.
El cambio iba a ser profético, y desde entonces Soto del Real no ha hecho más que atraer VIPS, del Bigotes a Rato, de Urdangarín a Junqueras, de Rosell a -esta noche pasada- Koldo y Ábalos.
Ciertamente, uno puede ir por las cárceles españolas como quien va buscando las tumbas de los famosos en los cementerios de París: hay todo un recorrido, de Brieva a Brians 2, pasando por Nanclares. Pero solo el paseíllo de Soto del Real ha logrado convertirse en pira de las vanidades de nuestra época.
Ayer parece que España hubiera ido a renovar sus clichés como quien renueva el DNI. El juez envió a la cárcel a estos dos pillos, los Rinconete y Cortadillo de la gestión pública, y la Guardia Civil saltó la tapia de un monasterio de clausura -el de Belorado- para detener a una monja. Solo faltó que una duquesa se casara con un banderillero.
Españolerías aparte, la realidad es inquietante: los cuatro del Peugeot han dormido y se han despertado hoy en un establecimiento público, aunque uno lo hiciera en La Moncloa y tres en Soto del Real, esa cárcel con nombre de parador. No, todavía no lo ha dicho nadie mejor que Calderón: yo sueño que estoy aquí, de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi.