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Las plantas parásitas, más comunes en España de lo que pensamos: así se pueden detectar

Dentro del reino vegetal, hay plantas que parasitan a otras plantas, y está el caso de la mediática raflesia, que solo se detecta cuando florece

Muérdago rojo en una imagen de archivo / George Pachantouris

Muérdago rojo en una imagen de archivo

Madrid

Nosotros, como animales que somos, tenemos animales que nos parasitan. Por ejemplo, recordemos a los piojos, a las pulgas, a las garrapatas o a las tenias, todos ellos simpáticos animalitos de lo más execrable. Dentro del reino vegetal, también hay plantas que parasitan a otras plantas, y está el caso de la mediática raflesia (Rafflesia arnoldii), una planta que solo se detecta cuando florece, porque el resto de la raflesia vive, literalmente, dentro de su planta huésped. Para ponernos en contexto, diremos que la raflesia de Arnold, la más conocida, tiene una flor de un metro de diámetro, toda una proeza en el reino vegetal. De hecho, es la flor más grande que existe.

En la página web de los Kew Gardens, podemos leer: "La raflesia vive dentro de la trepadora Tetrastigma como una masa de filamentos carnosos que absorben agua y nutrientes de su huésped". Ahí es nada. Es decir, lo único que emerge fuera de la planta, cual alien después de desayunar, es la flor tan enorme que hemos mencionado. Así que esa masa de filamentos absorbe el agua y los nutrientes de la planta trepadora, dentro de la que vive en sus tallos rastreros, en aquellos que surcan la tierra. Fascinante.

¿Las plantas parásitas son habituales? ¿Las podemos encontrar en España?

Son más comunes de lo que pensamos. No todas son tan misteriosas como la raflesia, sino que las vemos aun sin quererlo. Puede que la más conocida de ellas sea el muérdago (Viscum album). Crece sobre los árboles y es muy visible. Parece como un pequeño arbusto, muchas veces del tamaño de una pelota de fútbol, pero que crece hasta el medio metro de diámetro, con forma más o menos esférica.

El muérdago

Crece sobre las ramas de varias especies de árboles, como los pinos (Pinus spp.), los manzanos (Malus domestica), los álamos o chopos (Populus spp.), los fresnos (Fraxinus spp.) o los abedules (Betula spp.)

Sus ramitas tienen un verde muy llamativo, y produce frutos con forma de bolitas y de color blanco, en la especie Viscum album, que se ven incluso aunque el muérdago esté a unos metros por encima de nuestras cabezas.

La forma que tiene el muérdago de parasitar al árbol es muy curiosa: esas bolitas son muy atractivas para las aves, que se las comen que da gusto. Hay que decir que es un fruto tóxico para nosotros, pero que a los pájaros no solo no les hace ningún daño, sino que les encanta. Pues cuando una curruca capirotada o un zorzal se come alguno de sus frutos, las semillas del muérdago se pueden quedar pegadas por fuera de su pico, ya que todo el fruto es muy pegajoso. Al limpiarse el pico contra una rama, esas semillas se adhieren con fuerza a la corteza, y allí se quedan pegadas. Otras semillas que el ave haya ingerido saldrán junto con sus heces, y si caen sobre una rama, también habrán llegado al sitio propicio para germinar.

Si todo va bien, las semillas germinarán, para lo cual se toman varios meses; no se puede decir que sea una planta que germine rápidamente… Y, en vez de hacerlo en la tierra, como la mayoría de las plantas, el muérdago lo hace sobre la corteza de esa rama. Allí emitirá un haustorio, que es como se llama a su raíz especializada, que taladra la corteza y se hinca en el sistema de conducción de savia de árbol.

A partir de ese momento, una gran parte de la nutrición del muérdago dependerá del árbol que haya parasitado. Pero, si nos fijamos en un detalle, ya hemos dicho que la planta tiene un color verde, por lo tanto tiene clorofila. Y, si donde hay clorofila es que se realiza la fotosíntesis, comprenderemos cómo es el proceso de nutrición del muérdago: chupa la savia bruta —la que es una concentración de agua y los nutrientes— del árbol, y el muérdago se encarga de procesar ese zumo haciendo él mismo la fotosíntesis. Por lo tanto, es una planta hemiparásita, medio parásita, porque elabora con su fotosíntesis los nutrientes que necesita.

En los árboles que son más pequeños he podido ver varias veces las pequeñas plántulas de muérdago al poco de germinar, y es una cucada, con la manera que tienen tan fuerte de anclarse en la rama con sus haustorios. Ahora, para Navidad, es frecuente ver muérdago en las floristerías, por aquello de la tradición de besarse debajo de una planta de muérdago, y es que es una planta a la que muchas culturas la consideran que trae la fortuna, el amor y otras cosas positivas.

¿En un jardín podemos encontrar plantas parásitas que crezcan en el suelo, como la raflesia?

Orobache de la hiedra

Sí, y una muy frecuente es el orobanche de la hiedra (Orobanche hederae), que también recibe el nombre de jopo. Parece como un gran espárrago que emerge entre la hiedra (Hedera helix). Es a esta planta a la que parasita, inoculándose a través de sus raíces. Los orobanches no tienen clorofila, así que no pueden vivir sin parasitar a una hiedra. Entonces, al contrario que el muérdago, que era hemiparásita por tener clorofila, el jopo es una planta holoparásita, porque no puede realizar por sí misma su función de nutrición, sino que depende de la planta huésped por completo.

Suelen pasar desapercibidos, pero una gran cantidad de hiedras están parasitadas por esta especie tan extraña, de color rosado blanquecino, por carecer de clorofila. Como ocurre con la raflesia, se la detecta cuando florece, entre el final de la primavera y mediados de verano.

Cuscuta

Otra planta holoparásita —que no tiene clorofila— frecuente es la cuscuta (Cuscuta spp.), un vegetal que tiene forma de fideos finos y alargados, de color amarillento o anaranjado. Llegan a crecer tanto y a enredarse sobre la planta huésped de forma tan invasiva que la dejan exhausta, sin poder nutrirse y sin poder hacer la fotosíntesis, porque la cuscuta la ha sepultado bajo sus frágiles tallitos.

¿Los líquenes parasitan a las plantas sobre las que crecen?

No, para nada. Recordamos que los líquenes son esos organismos en los que los hongos se han aliado con las algas o con cianobacterias, para formar esas manchas de colores grisáceos, verdosos, amarillentos… en las cortezas de los árboles, en las paredes y muros, en tantos sitios.

Tampoco son plantas parásitas las plantas epífitas, que son aquellas que crecen sobre otras plantas, como el cactus de Navidad (Schlumbergera spp.). Tanto los líquenes como estas epífitas utilizan a los árboles y otras plantas para crecer sobre ellos, sin parasitarlas.

¿Podríamos poner alguna de estas plantas parásitas en la terraza?

Hay jardines botánicos que las cultivan, a veces de forma espontánea. Es un riesgo, porque una vez que introduces una planta parásita en un jardín, puede debilitar a las plantas a las que extrae sus nutrientes, así que nosotros no vamos a traer ni muérdago, ni orobanche, ni mucho menos cuscuta.

Otras rarezas: plantas parásitas de hongos

Plantas que no tienen clorofila, pero que en vez de parasitar a otras plantas, parasitan hongos, como hace la famosa Monotropa uniflora, de la familia del brezo, una locura de especie totalmente blanca, que destaca solamente por su floración. Parasita las hifas —las “raíces”— de los hongos, y de ellos obtiene todo lo que necesita para vivir.

Eduardo Barba

Eduardo Barba

Eduardo Barba Gómez es jardinero, investigador botánico en obras de arte, paisajista y profesor de jardinería....

 

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