“Me di las gracias por querer vivir”: la historia de una superviviente de TCA que ha convertido el dolor en poesía
Nieves Pueyos publica 'La niña que dejó de (comer) querer', un libro nacido de las terapias que la ayudaron a superar una anorexia nerviosa restrictiva

“Me di las gracias por querer vivir”: la historia de una superviviente de TCA que ha convertido el dolor en poesía
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Madrid
Con 14 años, a Nieves Pueyos le diagnostican ansiedad depresiva y un trastorno de conducta alimentaria, concretamente una "anorexia nerviosa restrictiva". Ingresa en el hospital con una desnutrición severa y reconoce en La Ventana que en aquel momento "era cuestión de vida o muerte". Pasa dos años, cuatro meses y siete días ingresada. Allí, en una de las terapias, le piden que escriba. Relata cómo ese ejercicio se convierte en el origen de su primer libro, 'La niña que dejó de (comer) querer', que acaba de publicar la editorial Talón de Aquiles.
Pueyos explica que la escritura nace del proceso terapéutico y de un giro interior: "He visto que he sido yo la que toma la decisión de querer vivir y por eso me di las gracias, ya que yo misma me saqué del problema y me atreví a publicar el poema", señala. En estilo indirecto, cuenta que la obra es también una forma de reconocerse como superviviente.
Heridas anteriores y adolescencias frágiles
La joven detalla que siempre se sintió "invencible" de pequeña, pero que su debilidad fue la amistad: "Te vuelves invisible cuando entras en dinámicas de marginación", afirma. Explica que, ante tantos rechazos, llegó a creer que el problema era ella. También reconoce que desde muy pequeña había recibido comentarios sobre su peso: era más alta y más corpulenta que otros niños. Mientras tanto, sus intereses la alejaban aún más de ciertos grupos.
Cuenta que cuando el TCA llega, lo hace después de "heridas anteriores". Admite que habría necesitado pedir ayuda antes, pero no entendía lo que le estaba pasando. Con el tiempo asume que el trastorno la llevó a la poesía: "Solo había leído a Lorca, pero nunca me había planteado escribir poesía. Javi, mi pedagogo, me llevó a la escritura pedagógica".
Supervivencia, familia y reparación
Pueyos recuerda que los médicos advirtieron a su padre de que podría encontrarla sin vida por la desnutrición. "Sentía indiferencia en ese momento", confiesa. Dice que no era consciente de la gravedad física y psíquica, que batallaba contra su propio cuerpo: o tenía "el que quería" o prefería morir.
Hoy su relato es distinto. Asegura que el TCA "prácticamente no está", que puede mirarse al espejo y llevarse bien consigo misma. Reconoce que aún tiene inseguridades, "pero son pensamientos normales que tiene toda la gente". Afirma que tampoco recuerda con precisión cuándo empezó a mejorar, pero sí el día en que se planteó cambiar su 'autolenguaje', la forma en que se habla a sí misma.
Su entorno, asegura, respira hoy con alivio. Explica que los TCA no solo destruyen a quien los sufre, sino también a la familia y al entorno más cercano. Por eso lanza un mensaje a los padres: "Que busquen ayuda y tratamiento. Sé que creen que los hijos pueden solos, pero no se puede. Hay que confiar en los terapeutas y en que se cura", defiende. Insiste en que no es cierto que estas enfermedades "se arrastren de por vida", pero requieren un tratamiento largo y sostenido con nutricionistas, médicos y terapeutas.
Una flor como símbolo
En la portada del libro aparece una gerbera, la flor favorita de Javi, su terapeuta, y el tallo, símbolo de la recuperación de los TCA. Pueyos subraya que no quiere cerca a quienes le hicieron daño, que ha encontrado personas que la aceptan como es y que, por fin, se siente acompañada.
Su libro nace de esa reconstrucción: una voz adolescente que decide contarse para, dice, seguir eligiéndose viva.




