Beit Jinn, el escenario de la mayor matanza israelí en Siria desde la caída del régimen: "Nos bombardearon durante dos horas seguidas"
La SER viaja hasta la aldea, situada al suroeste del país, y donde Israel ha ejercido la mayor presión en los últimos días
Enviado especial a Siria
Al suroeste de Siria, en la aldea de Beit Jinn, la familia de Qassem Hamadah trata de recuperarse del que ya es el mayor ataque israelí en territorio sirio. Las bombas del ejército israelí dejaron 15 muertos en la localidad, de los cuales dos pertenecían a la familia de Hamadah.
"Mis dos hijos y mi esposa han muerto", se lamenta el vecino de Beit Jinn desde una casa completamente destruida por los ataques. "Sentimos la incursión israelí a las tres de la madrugada", añade Hamadah, que asegura que una hora después empezó el contraataque.
Bajo el argumento de detener a supuestos terroristas, Israel ha abanderado una ofensiva sobre distintas zonas del país. En el caso de Beit Jinn, situada a 40 kilómetros de Damasco y a solo seis de la frontera con territorio israelí, la población todavía no se ha recuperado de la mayor matanza desde la caída del régimen de Bachar al Asad, mientras sienten la presión de las tropas, a tan solo un kilómetro y medio de la localidad.
"Bombardearon todo el poblado. Nosotros no vamos a Israel, vienen ellos aquí para atacarnos a nosotros", cuenta Hamadah, quien insiste en que los sirios no son "una amenaza" para Israel, cuyo último bombardeó se prolongó "durante dos horas seguidas".
En los últimos días, Beit Jinn se ha llenado de visitantes y delegaciones que acuden a darle el pésame a las familias, así como a solidarizarse con la población cuando se cumple un año de la caída del régimen. La zona es también un área de contrabando situada muy cerca de la frontera con Líbano e Israel.
Rodeado de sus familiares, Hamadah reprocha a Israel que los militares les agreden "de una forma brutal". "¿Esto es lo que hace Occidente? ¿Financiar a Israel para que nos maten?", critica.
En su familia sobrevivió el más pequeño de los menores, Ali, de 10 años, que pudo salir prácticamente ileso porque su padre le gritó antes de morir que se escondiera en la cocina. "Si la próxima vez vienen así, ¿creen que no vamos a resistir? Yo sí voy a resistir, aunque me muera", defiende Hamadah desde su casa, símbolo, precisamente, de esa resistencia.
Cadena SER
