"Hemos compensado la falta de tacto con la vista": así se adaptan los cirujanos a los robots en quirófano
Un viaje del Frankstein de Guillermo del Toro al quirófano del Hospital público Clínico San Carlos en Madrid donde se encuentra el robot Da Vinci: un recorrido histórico de los quirófanos en el cine

Madrid
La primera sala de operaciones de la historia —que aún puede visitarse—, fue construida bajo el reinado de Carlos III y años antes de que Italia, los Países Bajos, Inglaterra y Estados Unidos siguieran ese camino. También fue un médico español quien, en 1892, bautizó con el nombre de quirófano las primeras salas donde los estudiantes observaban desde arriba, a través de un cristal estanco, las intervenciones quirúrgicas.
Al llevarse la anatomía a la ficción se permitió que las pantallas imaginaran los primeros laboratorios cuando apenas comenzaba la cirugía moderna, que dependía de dos elementos esenciales: la anestesia y la desinfección. Frankenstein acumula hoy más de cuatrocientas versiones o referencias directas en el cine y la televisión, porque sigue evocando la idea más poderosa de nuestra historia: la creación de la vida.
"El cine ha hecho mucho por transmitir la fuerza visual de una operación", explica el doctor Julio Mayol, especialista en cirugía del Hospital Clínico San Carlos, porque "la cirugía tiene una parte de imagen muy potente por ese juego de luces y tensión tecnológica que nos permite empatizar con lo que está pasando ahí". Pero advierte de que la realidad dista de esa épica cinematográfica: "Esto es mucho más organizado y menos romántico de lo que se ve en la ficción".
Con la llegada de robots como el Da Vinci, el propio acto de operar ha cambiado por completo. Mayol detalla que "el cirujano ya no se sitúa pegado al paciente", sino que trabaja desde una consola con dos joysticks y un visor, donde opera a través de imágenes de alta precisión. Esta nueva realidad ha traído cambios, porque los cirujanos ya no utilizan el sentido del tacto —con el que calculaban la fuerza que aplicaban sobre los tejidos—, aunque "lo han compensado con la vista, observando la deformación que se produce". El sistema, además, aporta ventajas y pone fin a la frase tan manida de que "para ser cirujano hay que tener buen pulso". "El proceso de computación corrige los movimientos del cirujano y elimina el temblor", concluye el doctor.
La cirugía y el cine se unieron cuando uno de los primeros cineastas de Edison filmó a una mujer que sale del dentista con la risa provocada por el óxido nitroso —el llamado gas de la risa— y que contagia a todos los que se cruzan con ella en la calle. Más de un siglo después, la pantalla, en la serie Chicago Med, ha llegado a recrear con precisión una intervención cerebral con un paciente despierto, mientras que Anatomía de Grey oculta una injusticia histórica y lleva más de dos décadas introduciendo operaciones en nuestros hogares.




