Los guantes de látex nacieron gracias a una historia de amor: todo comenzó a partir de una dermatitis

Madrid

El equipo de A vivir que son dos días ha acudido a la sala de operaciones más antigua de Europa, que se encuentra en la Academia de Medicina de Barcelona, y allí ha conocido el origen romántico de uno de los materiales base para mantener una higiene adecuada dentro del quirófano: los guantes de látex.

El periodista Toni Quart ha conocido todo el proceso previo a la entrada en quirófano de la mano del doctor Julio Mayol, quien ha explicado toda la indumentaria necesaria para empezar a trabajar en la sala de operaciones.

"Vamos con un pijama especial que se utiliza simplemente para los quirófanos; además, llevamos un gorro, puesto que hace que, si el pelo se nos cae, no caiga en el campo quirúrgico ni en el quirófano. También llevamos un calzado especial protegido para que el suelo no se ensucie con los gérmenes", explicaba Mayol.

La importancia de los guantes

Además, incidía el doctor, los profesionales sanitarios "antes de entrar al quirófano han de desinfectarse las manos, lavarlas y equiparse con un equipo de bata y guantes, más una mascarilla", relataba Mayol, que ha hecho hincapié en que "los guantes y la bata son estériles, de manera que lo que hay en contacto con el paciente no tiene gérmenes".

Mayol ha recalcado que los guantes que se utilizaban siempre eran de látex, pero "ahora, como hay mucha alergia, se han dejado de hacer esos guantes y se utilizan otros materiales como el neopreno", aunque durante la historia sanitaria y también en el cine siempre se han visto los guantes de látex.

Este tipo de guantes se inventaron en 1894 y tienen, según el periodista Carlos López-Tapia, "el origen más romántico de la historia y como protagonista a uno de los cirujanos más extravagantes, William Halsted", considerado uno de los pioneros de la cirugía moderna.

William Halsted era un hombre especial, con muchas peculiaridades, en la faceta médica, en la que defendía la desinfección por encima de todo, pero también en el ámbito personal. El estadounidense era "un gentleman de libro", y es que utilizaba "sombreros de copa alta, siempre de seda; se hacía los trajes en Londres y enviaba a lavar y planchar sus camisas a París en baúles enormes". Además, empleaba su tiempo libre "asistiendo a combates de boxeo", explicaba Tapia.

Un amor nacido en un quirófano

"Halsted se enamoró en silencio de su enfermera. Ella le ayudaba en el quirófano y tenía una educación tan completa como permitían los tiempos, y con la rebeldía suficiente para abandonar la aristocracia de clase de la familia y viajar a Nueva York para hacerse enfermera", relataba Tapia.

En aquel momento, en los quirófanos se utilizaban "guantes de algodón empapados en una mezcla líquida desinfectante, pero corrosiva, así que a la enfermera empezaron a salirle eccemas en las manos y en los brazos", algo que, contaba Tapia, provocó la reacción de Halsted, que antes de dejar que su enfermera abandonara el trabajo, "contactó con la empresa de caucho más importante del país y le dejó claro que le daba igual lo que costaran, pero que hicieran unos guantes tan finos que apenas obstaculizaran el tacto".

Poco después, Halsted le pidió matrimonio a su enfermera, ella le dio el sí, y así, nacidos de un amor en una sala de operaciones, los guantes de látex estuvieron años y años utilizándose en los quirófanos de todo el mundo, hasta ahora.