Xavier Vidal-Folch, sobre las fotos de Epstein: "Las imágenes retratan un ambiente en el que las mujeres son consideradas y utilizadas como cosas"

Barcelona

Acaban de ver la luz nuevas fotografías significativas. Para mal. Las ha entregado al Congreso de los EEUU la familia de Jeffrey Epstein, el rico financiero pederasta que se suicidó en la cárcel.

Cuatro son de mucha actualidad, porque en ellas aparece el hoy presidente Donald Trump. Aunque mucho más joven: de pelo completo, de cuando se dedicaba casi enteramente al negocio inmobiliario y a evadir impuestos.

Les explico: en una de ellas posa, sonriente y complacido. Está rodeado de seis mujeres adornadas con guirnaldas hawaianas. Y en actitud afectuosa, mano en cintura, con una de ellas. En otra se le ve con una rubia-rubísima. En la tercera comparte foco con otra, y con el conseguidor Epstein. Y en la cuarta no aparece su figura directa, sino grabada en preservativos, en venta, a razón de 4,5 dólares. Su comercializador debe ser un gracioso: llevan también la leyenda “Soy enorme”.

Las otras fotos son de personajes también conocidos, pero de distintas camadas, como el expresidente Bill Clinton, el cineasta Woody Allen, el empresario Bill Gates o el ideólogo ultraderechista Stephen Bannon.

Las imágenes no retratan ningún delito, pero sí un ambiente en el que –lo sabemos por la historia; las fotos la decoran con eficacia-- las mujeres son consideradas y utilizadas como cosas.

Alguno dirá que en todas partes cuecen habas. Y pretenderá excusar así el goteo de incorrecciones o abusos aflorados a distintas mujeres en España, por políticos del PSOE (aunque también del PP). Intento inútil. Dispensar cualquier trato denigrante es propio de tiranos, de extremistas, aunque se disfracen de lagarteranos.