La caza
¡De la peste porcina, líbranos, Señor!

Ignacio Martínez de Pisón: "¡De la peste porcina, líbranos, Señor!"
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
A treinta o cuarenta euros la pieza, muchos jabalíes tienen que matar los cazadores para sacarse un sueldecillo. Y, aun así, están contentos porque, por primera vez en mucho tiempo, la sociedad tiene algo que agradecerles. ¡De la peste porcina, líbranos, Señor!
No creo que entre los jóvenes de Vox haya mucha afición a la cinegética, pero está claro que los viejos cazadores han caído de cabeza en el partido de Abascal, el único en el que se sienten queridos. Les ocurre lo mismo a los aficionados a los toros, porque en Vox encuentran acomodo todos los que se resisten a aceptar que los tiempos han cambiado.
Hubo una época no tan lejana, la época de Miguel Delibes y la perdiz roja, en la que la caza podía verse como una actividad cercana al ecologismo. Pero esa época pasó, y no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que las sociedades modernas rechazan el sufrimiento animal. El mundo ha cambiado, y ya solo se mata animales por prescripción facultativa.
Lo que hundió la reputación del rey Juan Carlos no fueron sus líos de faldas ni sus tejemanejes financieros. Lo que acabó con su reinado fue la foto de Botsuana con el elefante muerto. Esa foto fulminó su coraza de inmunidad y, a partir de entonces, hubo ya pocas razones para no airear sus trapos sucios.
Yo tenía un amigo cazador que rectificó a tiempo y sustituyó las escopetas por la cámara: fotografiar animales salvajes es casi lo mismo, pero sin hacer daño. Si el rey Juan Carlos se hubiera dedicado a hacer fotos de jirafas e hipopótamos, quién sabe si no estaría todavía en la Zarzuela y no acabaría pasando a la historia como un naturalista egregio, un Félix Rodríguez de la Fuente con corona.




