600 años de la llegada del pueblo gitano a España: una historia de represión y resistencia pacífica
Repasamos con la cineasta andaluza Pilar Távora la historia de la etnia en nuestro país desde que llegaron con el Rey de Aragón en el siglo XV hasta el antigitanismo actual

La Gran Redada: Crónica de la Persecución al pueblo gitano
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Este 2025 se conmemoran seis siglos desde la llegada del pueblo gitano a la península ibérica, un aniversario que invita a reflexionar sobre una historia marcada por la represión y la discriminación, pero también por la resistencia y la aportación cultural. A pesar del impacto innegable que ha tenido, y tiene, el pueblo gitano en las raíces de nuestra cultura, a día de hoy persisten las consecuencias de la represión que han sufrido desde hace siglos, como ha documentado la cineasta andaluza Pilar Távora, directora del documental 'La Gran Redada. Historia de un genocidio'.
"El pueblo gitano a España llega con un salvoconducto otorgado por el rey de Aragón en el siglo XV, y llegan como peregrinos hacia Santiago de Compostela. Al principio la llegada es mucho más hospitalaria, venían incluso con permiso papal, y hasta 1499 no se dicta la primera pragmática", explica la cineasta.
Esa primera pragmática prohibía a los gitanos viajar, hablar su lengua y ejercer sus oficios. "A medida que la Monarquía y la Iglesia los van considerando un peligro, en esos momentos en los que siete años antes se expulsa a los judíos, momentos convulsos, empiezan ya a molestar, sobre todo por su condición de nómadas, de tener un idioma diferente, unas costumbres diferentes. En la primera pragmática, fundamentalmente, se intenta prohibir la condición de nómada", indica Távora.
Más información
Le siguieron otras pragmáticas y fue Felipe V el rey que más legisló contra los gitanos, obligándoles a asentarse en lugares controlados, lo que convirtió pueblos enteros en auténticas cárceles, "porque empiezan también a tener control sobre sus propiedades, los censos, hasta llegar a la salvajada de la Gran Redada'.
El episodio más brutal llegó en 1749 con la llamada Gran Redada, un operativo secreto que detuvo a más de 10.000 personas gitanas sin juicio previo. Familias fueron separadas, mujeres y niños enviados a cárceles en condiciones infrahumanas, y hombres destinados a trabajos forzados en minas. Un claro intento de exterminio, asegura Távora, "está totalmente documentado en archivos históricos y todas las leyes represivas. 1749 es un claro intento de exterminio que además la propia palabra exterminio consta en los documentos".
La operación fue posible gracias a que después de trata represión, los gitanos ya estaban asentados, censados, y sabían perfectamente donde vivían y cuantos eran. Sevilla, especialmente el barrio de Triana, fue la más castigada de esta operación, "porque la mayor parte de la población gitana de Sevilla vivía en Triana, y la única salida era un puente que era el Puente de Barcas, por lo tanto, se convierte en una auténtica ratonera para una población pacífica, asentada, que vivía en paz con el resto de vecinos y que aportaba muchísimo".
La persecución de la Gran Redada se prolongó durante 16 años, hasta que Carlos III firma una amnistía "con trampa", remarca Pilar Távora, porque mantenía restricciones que impedían a los gitanos recuperar los bienes que les habían arrebatado, llamarse gitanos, o incluso que hablaran su lengua, el caló, y se les condena a la marginalidad. "Es una consecuencia que se sigue pagando actualmente, se hereda al sentirse perseguido, al sentirte rechazado, el que no formas parte de la sociedad, se hereda el legado trágico psicológico del pueblo gitano".
La represión adquiere un aspecto más legal en el siglo XX con leyes como la de Vagos y Maleantes, aprobada en la Segunda República y vigente durante la dictadura franquista, que siguió señalando al pueblo gitano. Solo con la Constitución se reconocieron sus derechos, aunque el antigitanismo persiste. De hecho, hasta hace dos años no existía una ley específica contra esta forma de discriminación, lo que evidencia la profundidad de un prejuicio arraigado durante siglos.
"El antigitanismo existe, nada más que tienes que ver las redes sociales cuando pasa cualquier cosa. Yo no soy catastrofista, pienso que hay empatía, cariño, convivencia, pero sigue habiendo, y es consecuencia de tantos siglos de marginación y de repetir los mismos mensajes respecto al pueblo gitano, que ha resistido como ha podido, pero desde la paz".
La resistencia gitana no se limitó a sobrevivir. De esa rebeldía cultural nació el flamenco, hoy Patrimonio de la Humanidad, como una de las expresiones más poderosas de identidad y libertad. Seis siglos después, la cultura gitana impregna la música, el arte y la vida social española. Como recuerda la cineasta Pilar Távora en su documental sobre la Gran Redada, “el exterminio consta en los documentos”. Mantener viva su historia es el primer paso para erradicar el antigitanismo y reconocer la contribución de un pueblo que ha resistido pacíficamente.




