Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre la decisión de la UE de suavizar las metas climáticas: "A Europa le están saliendo muchas arrugas"

Madrid

A Europa le están saliendo muchas arrugas. Hoy la Comisión ha difuminado uno de sus objetivos climáticos más importantes: el de vetar completamente al 100% las emisiones contaminantes de los coches de combustión (o sea, a gasolina y demás) para 2035. Se ha avenido a rebajar ese listón hasta el 90%, lo cual dará mucho más margen a los coches híbridos.

Era una demanda insistente de los fabricantes; una gran presión de su principal nido, Alemania; y una reclamación continua de la derecha, el Partido Popular Europeo. Aunque la medida no es del todo catastrófica, y en parte se compensa con la exigencia de una mejor calidad del acero para el automóvil, da una muy mala señal. Porque había sido el eje principal de la Agenda Verde, que fue un capítulo programático de la Unión en la anterior legislatura. Y además, el objetivo había sido concretado sólo hace dos años. Si los sueños duran menos que un caramelo a la puerta del colegio, vamos mal.

Sobre todo porque esta rendición marca tendencia. Viene después de una negociación con Donald Trump sobre los aranceles en tono y actitud de vasallaje; y después de haber endurecido el Pacto migratorio de 2023, permitiendo ahora a Giorgia Meloni y otros deportar migrantes a los campos de concentración de terceros países. Desde que llegó el huracán Trump, hace apenas un año, a los dirigentes europeos se les está arrugando demasiado la cara.