La reflexión de Maruja Torres tras charlar con un taxista sobre su "flamante" Tesla: "Lo peor es normalizar"

Tuve hace poco una amena conversación con un taxista, en el interior de un flamante Tesla del que se sentía orgulloso. Soy poco experta en coches, pero el Tesla lo odio nada más tocar ese mecanismo tan antipático que te permite forcejear para abrir la puerta sintiendo que te has vuelto tonta.

Me llamó la atención la pantalla que el caballero tenía junto al volante. Era como un juego de marcianos, solo que en blanco y negro. Me interesé y al poco comprendí, porque pava hasta ese extremo no soy, que el aparato reproducía, estilizado, exactamente lo mismo que yo podía ver desde mi asiento trasero, no te digo ya el conductor desde el suyo.

-Qué guay, comenté, para halagarle, usando el castellano adolescente contemporáneo.

Se extendió en explicaciones. ¿Ve ese camión de ahí? Pues lo tiene también aquí. ¿Y si se cruza un peatón? Saldrá igual, igualito.

-Qué chulo, insistí-. Si se cayera ahora mismo ese edificio de enfrente, la Biblioteca Nacional de España, ¿también lo veríamos en pantalla?

No, eso no, reconoció, los edificios, no. Y si usted dejara de mirar la calle, ¿podría seguir conduciendo sin equivocarse? Desde luego, incluso el coche puede conducir solo.

Ay, entonces yo me bajaría, le dije, creo que amablemente, y se echó a reír. No, no, es de lo más seguro.

¿Sabe lo que es seguro?, le respondí. Que gracias a sus Tesla se van a quedar sin trabajo los taxistas.

Lo peor es normalizar, ya os lo digo.

Sobre todo, a quienes vienen diciéndote que te salvarán y acaban quitándote lo que tienes.