El caganer
El caganer es el triunfo de los intestinos frente al corazón, del cuerpo frente al alma, de lo humano frente a lo divino
Ignacio Martínez de Pisón: "El caganer"
Madrid
Es sabido que el caganer es la gran aportación de Cataluña a la Navidad, y quién sabe si a la civilización occidental. ¿Quién sería ese primer catalán aficionado a modelar figuritas en arcilla que decidió colocar junto al pesebre a un paisano en cuclillas, atrapado en el momento innoble de la evacuación, en compañía de un artístico zurullo de dimensiones notables? ¡Pero, hombre, a quién se le ocurre conmemorar un apretón de vientre a la vez que el sagrado misterio de la Natividad!
El caganer es el triunfo de los intestinos frente al corazón, del cuerpo frente al alma, de lo humano frente a lo divino. ¿Hay algo más humilde, más terrenal, más plebeyo que el aparato digestivo? El caganer está junto al portal de Belén para recordarnos que, a la hora de la verdad, todos somos humildes, terrenales, plebeyos, y que, como escribió Jorge Manrique, allá van los señoríos, derechos a se acabar y consumir, tantos duques excelentes, tantos marqueses y condes, con el mismo estreñimiento que el último de sus sirvientes.
Al menos así eran las cosas antes de que el caganer hiciera fortuna.
Lo que siempre había sido un homenaje a la gente normal, un monumento al cagón desconocido, se ha acabado convirtiendo en el Who is Who de la gente poderosa y las celebrities: hay caganers de Lincoln, de Trump, de Pedro Sánchez, de Feijóo, pero también de Aitana Bonmatí, de Ibai Llanos, de Alaska...
Desengañémonos: ahora mismo, si no tienes tu propio caganer, no eres nadie.